Un diagnóstico errado le costó la vida a un joven de 25 años en Reino Unido, luego de que los médicos determinaran que sus problemas de salud estaban derivados de una apendicitis, en lugar de un tumor cerebral. De acuerdo con su familia, los profesionales ignoraron las señales y lo enviaron a casa a pesar de su insistencia con el malestar y los constantes dolores de cabeza.
Todo comenzó cuando el joven, identificado como Josh Warner, empezó a sentir una migraña que no mejoraba con medicamentos y su estado de salud fue empeorando considerablemente hasta que decidió asistir al hospital dos semanas después de que aparecieran los primeros síntomas.
Al ingresar en el centro asistencial, los médicos le dijeron que se trataba de apendicitis, a pesar de que él no había manifestado tener dolor de estómago o algo relacionado a esa parte del cuerpo. Sin embargo, accedió a someterse a una cirugía de emergencia para que le extirparan el apéndice, con la esperanza de mejorar.
Warner fue dado de alta luego de la operación, pero, horas después, sus síntomas persistieron, lo que lo hizo dirigirse nuevamente a las instalaciones médicas. Allí los profesionales le hicieron una tomografía computarizada que reveló una anomalía en su cerebro que fue tomada como un “error del equipo”, así que lo enviaron nuevamente para la casa.
Una y otra vez el joven continuó consultando al hospital, pero era rechazado por el personal, que le decía que no tenía nada que pudiera estar desatando su malestar.
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Pero lo peor llegó cuando estaba en casa de sus abuelos y se desmayó en el baño. Josh Warner fue trasladado de urgencia al Hospital Queen Elizabeth, donde le hicieron otra tomografía computarizada que reveló los mismos resultados que la anterior.
Menos de 24 horas después de la exploración, los médicos le dijeron que tenía un gran tumor extendiéndose desde el lado derecho del cerebro hasta la espalda y el tronco encefálico. Luego de ser remitido a la sala de oncología, los expertos le hicieron una biopsia y le diagnosticaron un glioma de línea media, un tipo de cáncer cerebral muy agresivo con esperanza de vida media de menos de un año.
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Warner murió 12 días después, dejando a un niño de 4 años sin padre. “Josh era divertido, le encantaba hacer reír a la gente. Era un bromista, tenía un alma hermosa y un corazón muy amable y creo que por eso la mayoría de la gente se enamoraba de él. Tocó el corazón de la gente”, dijo a medios locales Eve Pateman, madre del joven.
“Fue muy valiente, no puedo cuantificar lo valiente que fue durante todo esto. Él nunca gimió. Creo que sentiría lástima por mí mismo, pero él nunca hizo eso”, agregó.
Los familiares del joven crearon una cuenta de JustGiving con el objetivo recaudar dinero suficiente para someterlo a un tratamiento, pero, luego de que falleciera, decidieron destinar los recursos para la educación de su hijo. "Es un legado realmente hermoso que le ha podido dejar. Quería muchísimo a su hijo y es desgarrador ver a Andrew preguntando dónde está su padre", explicó Pateman.
Por ahora, la familia de Warner está en proceso de presentar una denuncia contra el hospital que lo diagnosticó mal y que lo rechazó en diferentes oportunidades, al parecer por negligencia.