
Lo que comenzó como un simple dolor en la espalda durante unas vacaciones familiares en Chipre terminó por convertirse en un infierno físico y emocional para Caitland Wright, una joven cuidadora de 26 años oriunda de Birmingham, Reino Unido. Lo que los médicos inicialmente identificaron como posibles cálculos renales, resultó ser un coágulo sanguíneo masivo que cambió por completo su vida.
Han pasado más de dos años desde que empezó a manifestar los primeros síntomas, y ahora la joven mujer vive una realidad marcada por un dolor crónico, movilidad reducida, dependencia física y frustración emocional. Todo esto, luego de que los médicos confundieran su diagnóstico y tardaran mucho en determinar lo que en realidad le estaba pasando.
En un primer momento, Caitland pensó que su dolor en la parte baja de la espalda se debía a los esfuerzos físicos de su trabajo como cuidadora en una unidad de demencia o a algún esfuerzo mal hecho en el gimnasio. Pero en cuestión de días, el malestar se volvió insoportable y los síntomas empeoraron. No podía orinar, su pierna comenzó a hincharse y su madre la llevó de urgencia al Hospital Queen Elizabeth.
Publicidad
Médicos confundieron sus síntomas
Los médicos le indicaron que seguramente tenía cálculos renales y le suministraron líquidos intravenosos y morfina. Tras pasar varios días hospitalizada y con su situación empeorando, los médicos decidieron realizarle una tomografía computarizada, la que reveló la realidad. Tenía un enorme coágulo de sangre extendido desde sus pantorrillas hasta la zona lumbar, el más grande que los galenos habían visto, según reconocieron.
Cuando los médicos descubrieron que la mujer tenía un coágulo de sangre ya era muy tarde, aunque iniciaron inmediatamente un tratamiento con anticoagulantes. Las consecuencias de esta confusión y de la tardanza del diagnóstico fueron devastadoras. Caitland pasó de ser una joven activa a necesitar una silla de ruedas, abandonar su maestría en dramaterapia y renunciar a sus empleos.

Publicidad
Se estudió la posibilidad de colocarle un stent, un pequeño tubo que sirve para mantener abierto un vaso sanguíneo y evitar la obstrucción, pero el daño venoso era tan severo que no era viable. "Veo a todo el mundo tener hijos, casarse, conseguir la carrera de sus sueños… a mí me la arrebataron por culpa de mi coágulo", indicó en su testimonio en una página web la mujer que actualmente presenta un dolor severo desde los dedos de su pie derecho hasta su espalda.
Su denuncia y su difícil petición
"A veces el dolor es tan fuerte que no puedo moverme. No puedo vivir así. Le pedí a mi médico que me amputara la pierna", reconoció Caitland, quien también tuvo que enfrentarse a la frustrante noticia de que esto tampoco es posible. Los médicos le han explicado que como el coágulo aún se extiende hasta la espalda, amputar la pierna no es una opción.
Caitland, a sus 26 años, vive una difícil decisión por cuenta de un problema de salud que no es normal a su edad. Es por eso que en un principio los médicos no pensaron que esto le estuviera pasando. La mujer hace público su testimonio precisamente para denunciar que hay un problema estructural en el sistema médico, en el que muchas veces los pacientes jóvenes son desatendidos o descartados por creer que no pueden tener una enfermedad grave.
"No conozco a nadie de mi edad con un coágulo como el mío. Quiero que otras chicas jóvenes conozcan los síntomas y no pasen por esto". Entre los síntomas más comunes de un coágulo sanguíneo, la National Blood Clot Alliance señala: hinchazón, dolor en el pecho, dificultad para respirar, cambios de color en la piel y mareos.
Publicidad
Gracias a la fisioterapia, Caitland ha logrado ligeras mejoras en su movilidad, pero su independencia sigue siendo limitada y, actualmente, está recaudando fondos para comprar una silla de ruedas eléctrica que la ayude a ser un poco más independiente.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL