
El 6 y el 9 de agosto de 1945, las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad. A 80 años de ese horror, las imágenes aéreas de ambas ciudades revelan una transformación total: de ruinas a ciudades modernas que no olvidan el terror que vivieron.
¿Qué pasó en Hiroshima y Nagasaki?
La Segunda Guerra Mundial estaba en sus últimos días. Alemania se había rendido en mayo de 1945, pero Japón continuaba resistiendo. Estados Unidos, buscando evitar una invasión terrestre que podría costar cientos de miles de vidas, por lo cual decidió usar una nueva arma: la bomba atómica.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 a. m. lanzó la bomba ‘Little Boy’ sobre Hiroshima. La explosión mató entre 70.000 y 80.000 personas instantáneamente. Los siguientes días, la cifra aumentó debido a las heridas, quemaduras y efectos de la radiación.
Tres días después, el 9 de agosto, otra bomba, ‘Fat Man’, cayó sobre Nagasaki. Murieron cerca de 40.000 personas, y el número total de víctimas llegó a las 70.000 con el paso del tiempo.
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El 15 de agosto, Japón anunció su rendición, que se formalizó el 2 de septiembre de 1945. Así terminó la Segunda Guerra Mundial, pero comenzó otra era: la nuclear, marcada por el miedo constante a una destrucción total.
Las bombas no solo destruyeron ciudades: desfiguraron cuerpos, rompieron familias y dejaron una profunda huella que aún se siente. Asimismo, sigue vigente el debate ético sobre su uso.

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Hiroshima y Nagasaki hoy: ciudades que no olvidan
Desde el aire, Hiroshima parece una ciudad japonesa más: moderna y ordenada, pero con el recuerdo vigente de la tragedia. La ciudad fue reconstruida completamente y hoy es un centro industrial y cultural.
El Parque Memorial de la Paz es el epicentro de la memoria. Allí se encuentra la Cúpula Genbaku, uno de los pocos edificios que resistió la explosión y que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y se mantiene como símbolo del desastre.
El Museo de la Bomba Atómica, que recibe millones de visitantes cada año, exhibe objetos personales, fotografías, testimonios y documentos que narran el horror vivido. En 2025, Hiroshima conmemora el aniversario 80 con homenajes a los ‘hibakusha’, los sobrevivientes de la bomba, muchos de los cuales aún viven y comparten sus historias.
Por su parte, Nagasaki también fue reconstruida por completo. Hoy, esta próspera ciudad costera y moderna es conocida por su puerto, diversidad cultural e historia.
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Debido a su historia, ambas ciudades mantienen un fuerte activismo por la paz. Cada año, en agosto, se realizan ceremonias solemnes, discursos de líderes mundiales y actividades educativas.
Testimonio de un sobreviviente: el horror contado en primera persona
El recuerdo del horror se mantiene vivo en la memoria de Yasuaki Yamashita, uno de los pocos testigos que aún pueden contar la historia de Hiroshima y Nagasaki. Los Informantes habló con él en el 2024 y su testimonio es escalofriante.
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Yamashita, quien vive en México, tenía solo seis años cuando cayó la bomba atómica sobre Nagasaki. Habla en perfecto español, sobrevivió milagrosamente a la explosión y aún vive para contarlo.
“Vino una luz tremenda, es como si fuera mil relámpagos al mismo tiempo. Entonces mi madre me haló al suelo, me cubrió con su cuerpo. Vino una explosión tremenda, muy fuerte y sentíamos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros”, recordó sobre aquel fatídico día.
Un segundo después de la explosión, la temperatura alcanzó los 7.700 grados Celsius, diez veces más que la usada para cremar un cuerpo humano. El aire se incendió y los vientos ardientes de 300 kilómetros por hora destruyeron todo a su paso.
70.000 personas murieron en ese instante muchos, se evaporaron de la faz de la tierra. Luego vino el silencio, el horror: “y de repente un silencio completo, no había ruido, cuando nos levantamos vimos que las ventanas, las puertas, los tejados habían desaparecido”, añadió.
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Le duele recordar y por muchos años se negó a hablar de ese día aterrador que partió la historia de la humanidad en dos. Las heridas en el cuerpo y en el alma siguen abiertas pese al paso del tiempo.
Él estaba a 2.5 km del lugar donde cayó la bomba, en el área rural de Nagasaki. “No había nada, había estructura de la casa, puertas, ventanas y todo ya habían desaparecido, pues no podíamos entender qué pasó. Gateando llegamos al agujero, el refugio de la casa, y mi hermana estaba llorando. Ella estaba sintiendo como un líquido aceitoso que escurría de la cabeza, pero como algún lugar oscuro no podía mover”, recordó.
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Los sobrevivientes de las bombas atómicas son llamados ‘hibakusha’ en Japón. No solo tuvieron que lidiar con el trauma y las enfermedades, sino también con la discriminación. “¿Por qué los discriminaban? Muchos después de la explosión entraron al epicentro para la busca de familiares o amigos a quien fuera. Se contagiaron de radiaciones, pero nadie sabía. Empezaron a morir aparentemente sin ninguna enfermedad. Entonces la gente empezó a decir 'seguro los sobrevivientes tienen una enfermedad contagiosa’”, afirmó.
Muchos llegaron incluso a suicidarse por la discriminación, por eso Yasuaki un día decidió irse tan lejos de Japón como fuera posible, a un lugar donde nadie lo conociera ni supiera que era sobreviviente de la bomba atómica.
“Había posibilidad de poder trabajar en las olimpiadas de 68 en la Ciudad de México”. Sabía algo de español por unos cursos que tomó con misioneros españoles en Nagasaki.
Trabajó en las olimpiadas y se enamoró perdidamente del país así que decidió quedarse. Durante 30 años fue traductor oficial de empresarios japoneses que hacían negocios en México. Luego se dedicó al arte: eso le sanó el alma en parte y aunque durante mucho tiempo se negó a hablar de su pasado, hoy lo convirtió en su terapia.