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Sobreviviente de Hiroshima y Nagasaki habla del horror de bomba nuclear: “Infierno no es suficiente”

A los seis años, Yasuaki Yamashita sobrevivió a la bomba atómica en Nagasaki. Ocho décadas después, revive el escalofriante día en el que por primera vez en la historia se utilizó un arma nuclear.

Sobreviviente de Hiroshima y Nagasaki recuerda el día que cayó la bomba atómica
Sobreviviente de Hiroshima y Nagasaki recuerda el día que cayó la bomba atómica
Fotos: Los informantes y AFP

Han pasado ocho décadas desde que el mundo presenció el poder destructivo de la bomba atómica. El 6 de agosto de 1945, Hiroshima fue arrasada por una explosión que cambió para siempre la historia de la humanidad. Tres días después, Nagasaki sufrió el mismo destino. En medio de ese infierno, un niño japonés sobrevivió. Yasuaki Yamashita, uno de los últimos testigos vivos de la tragedia, revivió en Los Informantes ese fatídico día.

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Desde México, a principios de 2024, Yamashita compartió su duro testimonio. Su relato no solo es un recuerdo personal, sino una importante advertencia sobre los efectos devastadores de la guerra.

Yasuaki tenía apenas seis años cuando la bomba cayó sobre Nagasaki. Inicialmente, Nagasaki no era el objetivo, pero por malas condiciones climáticas en otra ciudad japones esta fue impactada.

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“Vino una luz tremenda, es como si fuera mil relámpagos al mismo tiempo. Entonces mi madre me haló al suelo, me cubrió con su cuerpo. Vino una explosión tremenda, muy fuerte y sentíamos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros”, recordó.

Su descripción de los hechos es estremecedora. La temperatura alcanzó los 7.700 grados Celsius, diez veces más que la usada para cremar un cuerpo humano. El aire se incendió y los vientos ardientes de 300 kilómetros por hora arrasaron con todo. En segundos, 70.000 personas murieron.

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El silencio después del infierno

Tras la explosión, el silencio fue absoluto. “Y de repente un silencio completo, no había ruido, cuando nos levantamos vimos que las ventanas, las puertas, los tejados habían desaparecido”, añadió Yamashita.

Estaba a 2.5 kilómetros del epicentro, en una zona rural de Nagasaki. La casa familiar quedó destruida. “No había nada, había estructura de la casa, puertas, ventanas y todo ya habían desaparecido, pues no podíamos entender qué pasó”, relata.

Como pudieron, junto a su familia llegaron al refugio de la casa. Su hermana lloraba. “Ella estaba sintiendo como un líquido aceitoso que escurría de la cabeza, pero como algún lugar oscuro no podía mover”, señaló.

Las montañas que rodeaban la ciudad de Nagasaki amortiguaron parte del impacto. Yasuaki vivía tras una de esas colinas. “Mi madre decidió llevarnos al refugio de la comunidad en la montaña. Salimos a la luz. La cabeza de mi hermana estaba cubierta de pequeños pedazos de vidrios, estaba desangrando. Afortunadamente la herida no era tan profunda, así que mi madre pudo quitar con mucho cuidado y limpió la sangre. Corrimos al refugio en la montaña”, recordó.

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La mañana siguiente, el hambre los obligó a salir en busca del padre de Yasuaki, quien trabajaba en el centro de la ciudad. Lo que encontraron fue una escena aterradora.

Había muchísimos cadáveres. ¿Cómo era el lugar? Completamente destrozada. Ya no había ciudad ni nada, ni casas ni nada. Completamente negro, todo quemado. La gente que había sobrevivido caminaban como fantasmas, parecían que no tenían alma”, relató.

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“Decir que esa imagen es como un infierno no sería suficiente. Y no existe ninguna palabra que pueda describir esa imagen”, enfatizó.

Días después, la radiación comenzó a tener efectos silenciosos. El padre de Yasuaki sobrevivió, pero tuvo que trabajar en la zona cero recogiendo cadáveres durante semanas.

Para finales de 1945, las muertes seguían aumentando. Los tres hermanos mayores de Yasuaki desaparecieron. Su madre padeció de osteoporosis en la columna vertebral y su hermana murió de cáncer años después.

Se cumplen 80 años de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki
Se cumplen 80 años de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki
Fotos: AFP

La vida de los sobrevivientes tras la bomba atómica

En Japón, los sobrevivientes de las bombas atómicas son conocidos como ‘hibakusha’, pero en vez de recibir apoyo, muchos fueron discriminados.

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“¿Por qué los discriminaban? Muchos después de la explosión entraron al epicentro para la busca de familiares o amigos a quien fuera. Se contagiaron de radiaciones, pero nadie sabía. Empezaron a morir aparentemente sin ninguna enfermedad. Entonces la gente empezó a decir 'seguro los sobrevivientes tienen una enfermedad contagiosa’”, explicó Yamashita.

El estigma fue tan fuerte que muchos hibakusha se suicidaron. Yasuaki quería ir a un lugar donde nadie lo conociera ni supiera que era sobreviviente.

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En 1968, encontró una oportunidad de trabajo en las Olimpiadas de México. Había aprendido algo de español gracias a misioneros españoles en Nagasaki y rápidamente se enamoró del país.

Durante 30 años fue traductor oficial de empresarios japoneses en México, luego se dedicó al arte.

Aunque durante mucho tiempo se negó a hablar de su pasado, hoy lo ha convertido en su terapia. Su testimonio es una advertencia sobre el horror de la guerra nuclear.

“Si nosotros los sobrevivientes dejamos de hablar se va a repetir la historia, así que tenemos que hablar para que el mundo sepa lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki. Nosotros los sobrevivientes no queremos que nadie sufra como nosotros sufrimos, por ese sufrimiento 78 años después sigue”, afirmó.

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El Premio Nobel de la Paz 2024 fue otorgado a la organización japonesa Nihon Hidankyo, que representa a los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki como reconocimiento a su lucha por la paz y la memoria histórica.

Hiroshima y Nagasaki, las ciudades marcadas por la bomba atómica
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Fotos: APF

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