Cientos de familias, aturdidas por el desastre, tratan de encontrar en los brazos de los que padecen el mismo dolor un bálsamo que les alivie el alma.
Sumidos en la impotencia y el miedo, despiden a sus amigos, hermanos, esposos e hijos. Muchos sin entender por qué el adiós llegó tan pronto.
“Mi hermana está extraviada, no aparece. No sé si está soterrada o la rescataron, no sé”, dice Ignacio López, víctima de la tragedia.
Otros, que no soportan la idea de no ver a sus familiares de nuevo, se unen a las tareas de rescate para disipar con su propio esfuerzo sus angustias.
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“Lo que nos interesa a nosotros es encontrar, aunque sea, el cadáver. Por lo menos tenerla”, dice Rony Rocael, damnificado que busca a su hija.
En un telegrama enviado este martes a las familias, el papa Francisco elevó sus oraciones por el eterno descanso de los fallecidos y por todos aquellos que sufren las consecuencias del desastre del volcán.
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