Delfines también fueron mutilados en Torshavn, capital de Islas Feroe, donde cada año el mar se tiñe de rojo. Los niños participan en el cruel ritual.
Los habitantes hacen que las ballenas lleguen a la orilla empujándolas con sus barcos.
Tras matarlas con arpones y cuchillos, comercializan su carne y usan su piel.
Pese a las críticas, las autoridades locales defienden la tradición y aseguran que permite que la isla sea autosuficiente.
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