La ONG ha hablado con cuatro de los 153 adolescentes, de entre 14 y 16 años, raptados por los yihadistas y puestos en libertad en los últimos meses. El último grupo de estos rehenes que quedaba en manos del EI fue liberado el 29 de octubre.
Los jóvenes eran estudiantes originarios de la población kurdo siria de Kobani, en el norte del país, y regresaban a sus casas tras hacer los exámenes de fin de curso en la ciudad de Alepo, cuando fueron secuestrados por el EI hace cinco meses.
Los cuatro menores, que pertenecen a una tanda de rehenes liberada en septiembre por los extremistas, afirmaron a HRW que durante el secuestro fueron golpeados de forma repetida con mangueras y cables eléctricos, y que los radicales les obligaron a ver vídeos de ataques del EI y decapitaciones.
Sus guardianes agredían a quienes intentaban escapar de la escuela de la localidad de Manbech, en la provincia de Alepo, donde los tenían retenidos.
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Asimismo, castigaban a los peores alumnos en las clases de religión que les impartían o cuando percibían un "mal comportamiento".
Los peor tratados por los yihadistas eran los parientes de miembros del Partido de la Unión Democrática (PYD), el brazo político de las Unidades de Protección del Pueblo, unas milicias kurdo sirias que se han convertido en uno de los principales enemigos del EI.
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Uno de los menores, de 15 años, interrogado por HRW, explicó que a los alumnos que eran familiares de integrantes del PYD los extremistas les exigieron que les dieran la dirección de sus parientes en Kobani para buscarlos y "cortarlos en pedazos".
Según este adolescente, los secuestradores les golpeaban en las manos, espalda y planta del pie con cables eléctricos.
De acuerdo a este testimonio, un menor que un día murmuró "oh, madre" fue colgado con las manos y un pie atados a la espalda, porque "debería haber llamado a Dios" y no a su progenitora.
Los cuatro estudiantes entrevistados por HRW detallaron que los secuestrados fueron divididos en ocho grupos, repartidos cada uno en una aula del colegio de Manbech.
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Cada adolescente recibió tres mantas -dos para dormir en el suelo y una para taparse. Sus captores les permitían lavarse una vez cada dos semanas y les daban dos comidas diarias; y no les dejaban jugar fuera después de que cinco consiguieran escapar.
Los menores señalaron que en raras ocasiones fueron visitados por sus padres o recibieron llamadas telefónicas suyas, y tenían prohibido hablar en kurdo.
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El EI les forzaba también a rezar cinco veces al día y recibieron una formación religiosa intensiva.
Los guardianes y los profesores de religión eran árabes sirios, así como nacionales de Jordania, Libia, Túnez y Arabia Saudí.
Otro de los secuestrados, de 16 años, dijo que les hacían aprender versos del Corán: Los yihadistas "pegaban a los que no aprendían. Cuando algunos chicos intentaron huir, nos trataron peor y todos fuimos castigados y nos dieron menos comida".
Los cuatro chicos apuntaron que la única explicación que sus captores les dieron sobre su puesta en libertad es que había acabado ya su formación religiosa.
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Los radicales les dieron a cada uno 150 libras sirias (alrededor de un dólar) y un DVD con material religioso, y les dejaron marchar.
HRW recordó que estos no han sido los únicos secuestrados en pueblos próximos a Kobani, ya que el EI tiene a más civiles retenidos aparentemente como moneda de cambio para obtener la liberación de combatientes en poder de los milicianos kurdos.
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