Lo aseguró en una charla con las hermanas del convento Las Nazarenas, al cierre de su visita por Perú. “El chisme es como una bomba”, sostuvo.
En su gira por Chile y Perú, que concluyó en Lima, el papa Francisco también se ha mostrado preocupado por una iglesia "arrogante" y "dividida", alejada de su misión principal: estar cerca de los fieles.
Francisco no ha escatimado ocasión en sus numerosas reuniones con obispos y religiosos de los dos países, de hacer pasar un mensaje que denota la cada vez más precaria salud de la iglesia de Pedro en su mayor caladero del mundo, que va cediendo el terreno a los cultos evangélicos.
Abusos sexuales, clero elitista y mundano, divisiones, luchas de poder, chismes, egos desproporcionados, son algunos de los síntomas que ha querido restañar el pontífice en este su sexto viaje a la región latinoamericana.
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En Chile, el país más hostil a la Iglesia católica de América Latina que pierde adeptos a borbotones -60% de católicos confesos-, en buena parte motivado por los abusos sexuales a menores por parte de miembros del clero, el papa argentino recordó a los religiosos que el pueblo prefiere "pastores", que sepan de "compasión", "tender una mano" y "detenerse ante el caído".
"No somos superhéroes que, desde la altura, bajan a encontrarse con los 'mortales'", criticando una actitud "elitista" de cierto clero.
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Aunque en los dos países se han perpetrado abusos sexuales a menores, sólo en Chile este asunto ha perseguido al papa como un mantra, pese a que en días previos a la visita del papa, el Vaticano decidió intervenir al grupo laico peruano Sodalicio de Vida Cristiana, cuyo fundador, Luis Fernando Figari, está refugiado en Roma bajo la protección del Vaticano.
El papa, que llegó a ocupar la silla de Pedro hace casi cinco años con el firme propósito de tolerancia cero para la pederastia, es consciente del daño inconmensurable para la iglesia que han causado los abusos sexuales.
Tras confesar su "dolor y vergüenza" por los abusos en Chile, el papa pidió al clero que "pida perdón" a las víctimas y sus familias vieron "traicionada la confianza que habían puesto en los ministros de la Iglesia".
Sin embargo, su acto de contrición quedó en entredicho cuando calificó de "calumnias" las acusaciones contra el obispo chileno Juan Barros, de encubrir al sacerdote Fernando Karadima, uno de los mayores depredadores de la iglesia chilena, condenado por abusos sexuales por el propio Vaticano.
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No hay selfi vocacional
El papa -durante mucho tiempo un pastor que recorría los barrios de su natal Buenos Aires- insta regularmente a dejar de lado la "clericalización" que consiste en no escuchar a los fieles y ser demasiado rígido.
Y es que "no existe la selfi vocacional. La vocación exige que la foto te la saque otro", recordó ante el clero chileno.
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"Veo con cierta preocupación que existen comunidades que viven arrastradas más por la desesperación de estar en cartelera, por ocupar espacios, por aparecer y mostrarse, que por remangarse y salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel", alertó.
En Perú, donde la línea que separa al Estado de la Iglesia es a veces demasiado fina, los problemas son sobre todo las divisiones y las luchas de poder.
"¡Cuánto necesitamos de la unidad de la iglesia, hoy y siempre!", dijo en referencia a las luchas de poder que libra por un lado el cardenal Juan Luis Cipriani, un ultraconservador figura visible del Opus Dei, y en la otra a los moderados en la Conferencia Episcopal Peruana.
El cardenal, que este año cumple 75 años, ha sido una de las figuras más poderosas de la iglesia peruana, cercano al autócrata expresidente Alberto Fujimori y cara de las campañas de la Iglesia católica contra el aborto y contra la unión civil entre personas del mismo sexo.
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