Ya no está en peligro, pero la situación de esta transexual tampoco ha mejorado en Beirut, donde es acosada a diario en la calle, aunque viste como varón y lleva una barba incipiente, pese a que odia el pelo de su cuerpo.
El único atisbo de coquetería que se permite es en las uñas, que luce con una manicura perfecta.
En una entrevista a Efe, Sally, de 30 años, narra su odisea, plagada de sinsabores, que, no obstante, no le han quitado la sonrisa.
"Antes del inicio del conflicto en Siria intentaba llevar 'una vida normal', aparentaba ser un hombre por mi familia, que es conservadora. Aun así, era difícil porque yo me sentía mujer", recuerda Sally, originaria de Deir al Zur, en el noreste.
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Desde los seis años, sufrió acoso escolar, porque se llevaba mejor con las chicas, y no tuvo su primer novio hasta que empezó la universidad.
Con su pareja se juntaba en un apartamento, propiedad de él, y, en la intimidad, Sally aprovechaba para acicalarse con ropas femeninas y afeitarse, como se le ve en una foto que enseña a Efe.
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La felicidad solo duraría ocho años: "Era como mi marido, pero nuestra sociedad es tradicional y al ser el único hijo varón de su familia lo obligaron a casarse con una mujer", lamenta.
Si ya de por sí las condiciones eran difíciles antes del inicio de la guerra en 2011, el conflicto agravó su situación.
La entrada de los rebeldes y los bombardeos del régimen le forzaron a ella y a su familia a trasladarse a Al Raqa.
En su nueva ciudad, hizo un grupo de amigos con los que se reunía una vez a la semana en casa de uno de ellos; pero la fatalidad quiso que con la entrada por aquel entonces del Frente al Nusra, filial siria de Al Qaeda, en Al Raqa, el dueño de la vivienda fuera denunciado por un examante suyo, que se unió a los radicales y quiso sobornarlo.
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Al negarse, fue decapitado por los yihadistas, que registraron su ordenador y su móvil, y vieron las fotos y mensajes de sus amigos.
Sally tuvo que poner pies en polvorosa de nuevo y huyó a la población de Al Mayadín, donde tampoco hallaría la tranquilidad en el hogar de su tío, aunque allí encontró un nuevo amor.
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Y es que solo pudo quedarse dos meses, porque en julio de 2014 Al Mayadín se convirtió en uno de los feudos del EI en esa zona.
Los extremistas suníes capturaron a su tío porque supieron "que bebía alcohol a escondidas en casa y andaba con mujeres", explica la transexual, y lo torturaron hasta que no solo confesó "sus errores", sino que habló también de Sally.
"Supe que me había delatado en cuanto llegó a casa, vi el miedo en sus ojos -evoca Sally-. Empezamos a discutir y me pegó, pero a mi padre le dio un infarto por el disgusto y se lo tuvieron que llevar al hospital".
Aprovechando la confusión, Sally escapó sola con una maleta de Al Mayadín a la parte controlada por el régimen en la localidad de Deir al Zur.
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Hasta ese momento, no había podido cruzar a áreas en poder de las autoridades, porque le hubieran obligado a hacer el servicio militar, pero un indulto ordenado en aquella época por el presidente Bachar al Asad le eximió de hacerlo.
De Deir al Zur, viajó a Damasco y de allí al Líbano, donde ahora aspira a conseguir el visado para irse a Noruega.
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"Quiero salir del Líbano, operarme y vivir como cualquier otra mujer", afirma Sally.
Entretanto, es profesora de alfabetización de adultos en la ONG Proud (orgulloso/a), que le está prestando asistencia.
Esta organización ha lanzado una campaña por internet con un vídeo para concienciar sobre los problemas que sufren las lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB) en la región, con motivo, mañana, del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.
Su director, Bertho Makso, y su responsable de comunicación, Cosette Maalouf, detallan a Efe que el 40 % de sus beneficiarios son sirios.
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Quizá su situación se ha deteriorado por la presencia del EI en Siria, que suele asesinar a los que descubre lanzándolos desde lo alto de edificios, pero Makso recuerda que "muchos huyen también porque son rechazados por la sociedad y sus familias".
"El EI tiene problemas con todo aquel que es distinto a ellos, no va solo contra los LGTB", apunta.
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Susana Samhan