Ocho militares en retiro aceptaron su responsabilidad en más de 40 casos de falsos positivos cometidos entre los años 2002 y 2006 en Dabeiba, Antioquia, y explicaron por qué lo hicieron.JEP estudia solicitud de medidas para proteger hornos crematorios mencionados por Salvatore MancusoEl coronel en retiro Efraín Prada dice que volvió de la muerte con el único objetivo de ponerle la cara a las víctimas en Dabeiba. “Después de haber muerto unos minutos en una operación en el hospital Pablo Tobón de Medellín, en estos días, cuando me llamó la Jurisdicción Especial para La Paz para enfrentar mi responsabilidad en estos hechos, me di cuenta por qué mi Dios me devolvió la vida”, manifestó el coronel Efraín Enrique Prada, quien compareció ante la JEP. Así como él, sus otros siete compañeros también aceptaron su responsabilidad en 49 casos de ejecuciones extrajudiciales, conocidas como falsos positivos. “Mi función era salvaguardar la vida, honra de todos ustedes, pero les fallé”, agregó Efraín Prada.Por otro lado, el sargento (r) William Capera, también compareciente ante la JEP, dijo que durante los falsos positivos no les interesaba los resultados operacionales comunes.“Una captura tampoco era una opción, la opción eran las muertes y los asesinatos”, anotó. Ejército se enfrentó a disidencias de las FARC en Cauca y recuperó control en al menos 8 veredasUn error que para las víctimas es irreparable. “Eran jóvenes que no le hacían ningún daño a la sociedad. Queremos saber si ustedes una vez más son conscientes del daño que se les produjo a estas familias, el daño que causaron en su vida social, en su vida familiar, en su vida colectiva, y para siempre en un país. Queremos saber cómo es posible, qué sentían ustedes al llegar a sus casas, abrazar a sus padres, a sus hijos y a sus esposas, después de haber cometido un crimen tan atroz. Porque sí, para ustedes era una cuestión de matar, soltar, enterrar y ocultar, pero para nosotros era el peor crimen inhumano”, expresó Catalina Ortiz Zapata, víctima acreditada de falsos positivos.Siempre llevaran consigo el dolor y el recuerdo por sus seres queridos. Hoy rindieron este homenaje a su memoria: plantaron un árbol como símbolo de vida y de que nunca los olvidarán.>> Suscríbase a nuestro canal de whatsapp channels aquí 👉🏻 Noticias Caracol
En la vereda Llanogrande, del municipio de Dabeiba, Antioquia, se produjo un emotivo reencuentro entre Rodrigo Montoya, un exguerrillero de las FARC, con su pequeño hijo, Camilo Montoya. “Esto es lo que yo tenía que haber hecho desde muy joven para después ser alguien en la vida”, dijo este hombre sobre la pasión que ahora comparte con su niño, la música.Vea el informe especial en el video que encabeza este artículo.Reincorporada de las FARC relata su nueva vida en el campo: “Que mis hijos nunca tomen un arma”
Jesús Abad Colorado y Sandra Cartagena, una reincorporada de las FARC, se conocieron cuando el fotógrafo hacía un trabajo en las cárceles, en 2006. Quince años pasaron para que volvieran a cruzarse.“Las armas no tienen vigencia”: 26 excombatientes de las FARC se convirtieron en expertos en caféSandra le contó al reportero que se la llevaron para la guerrilla de las FARC a los 13 años, que estuvo 15 en la cárcel y que a su hermano lo mataron.Desde la vereda Llanogrande, en Dabeiba, Antioquia, ella sueña con que sus hijos nunca tomen un arma: “Yo quisiera que nunca dispararan un proyectil, que aprendieran a manejar el campo, a poner una coma, a trabajar por su comunidad”.Con hilos y agujas, mujeres reinsertadas del Catatumbo se aferran a la pazCuenta cómo, gracias al proceso de paz, su hija va a estudiar Medicina en Cuba. “Fue una guerra que le ganamos a la guerra”, dice.
Uno de los capítulos más espeluznantes de las ejecuciones extrajudiciales en Colombia se dio en el cementerio Las Mercedes de Dabeiba en Antioquia. Cerca de 80 personas fueron sepultadas en fosas comunes, una sobre otra, sin nombres, cruces o deudos que las reclamaran. La JEP registró 75 hallazgos forenses con restos óseos, logró individualizar 48 cuerpos con sus esqueletos completos e identificar plenamente a 10 víctimas. Y ahora se apresta a imputar a una decena de militares como los máximos responsables de esta barbarie.Los falsos positivos fueron una monstruosidad, afirma Francisco de Roux“En Dabeiba también se desapareció gente. Con todos los corregimientos y veredas, póngale como 80, 90 personas”. Quien habla es un suboficial del Ejército, cuya identidad protegemos por seguridad, adscrito a la Brigada Móvil 11.Durante casi 10 horas este uniformado le relató a la JEP la génesis de este fenómeno criminal en pleno corazón del Urabá, la bitácora de esos asesinatos y las alianzas con las autodefensas. Todo empezó, dijo, cuando el mayor Guzmán, comandante del batallón de contraguerrillas 79 al que pertenecía, escogió a un grupo de militares para estas vueltas.“Él nos escogió a los 15 y nos dijo: ‘Este grupo especial lo estoy conformando, lo estoy creando para que ustedes me traigan marihuaneros, rateros, a todo lo que encuentren tarde en la noche, tráiganmelo. Al que no le guste me dice y lo sacamos del grupo, pero no cuente con la suerte de que seguirá vivo’”, contó.Según dijo, en 2004 su batallón patrullaba la región junto con un centenar de paramilitares al mando de alias ‘21’ y ‘Chiquito Malo’, este último sucesor de alias ‘Otoniel’ como máximo jefe del Clan del Golfo. De esta manera seleccionaban a sus víctimas en corregimientos y veredas de Urabá, muchos de ellos campesinos engañados para inflar los resultados operacionales de esa unidad militar.“Mi teniente Suárez nos decía: ‘fulano y fulano, pónganse el civil y váyanse adelante a ver si consiguen un novillo para la tropa’”.“Novillo”, así les decían a los seres humanos que volvían sus blancos. Y una vez los conseguían, los entrampaban. Los militares de civil le avisaban a la tropa por radio que iban con ellos y montaban un retén en donde los detenían porque supuestamente tenían antecedentes. Después los mataban y simulaban un combate.Pronto se descararon. El testigo contó que una vez llegaron de madrugada con los paramilitares a un corregimiento de Ituango en donde había una fiesta seleccionaron a 12 personas, las amordazaron y las subieron a unos carros.Este suboficial le reportó a su comandante por radio lo siguiente: “Le dije: en camino van 12 ramos de flores para la fiesta que vamos a hacer mañana. ¿Qué hacemos con eso? Y la orden de él fue: ‘Mucho, mucho, mucho, mucho, solamente necesito cuatro ramos de flores porque nada más tengo envolturas para cuatro’. Las envolturas era el armamento”.Les pusieron camuflados a esas cuatro personas, pero antes de matarlas hubo dinero sobre la mesa para quien realizara esa ejecución sumaria. “Y mi capitán llevó un millón de pesos para el pago de las cuatro víctimas, a 250 cada víctima. Mandó mi mayor que el que las matara se ganaba un millón de pesos. Fue así como mi teniente Suárez le dieron (sic) bajas a las cuatro personas”.El Batallón de Contraguerrillas 79 empezó a cobrar notoriedad porque todas las semanas reportaba bajas y combates y sus víctimas fueron cayendo en Mutatá, Currulao, Apartadó y Dabeiba. De acuerdo con el suboficial, en algún momento un teniente y un cabo de ese grupo especial, agobiados por lo que ocurría, le dijeron que iban a confesar sus crímenes y así se lo hicieron saber al mayor Guzmán. Poco después, uno de ellos fue asesinado.Con esa sentencia a cuestas, sostuvo, el grupo especial siguió contando muertos que eran enterrados en el cementerio Las Mercedes. Pero, antes, eran mostrados como guerrilleros abatidos. Aunque no siempre esa simulación era muy limpia. “Un día mi sargento Capera tuvo que, con una varilla, perforar el suéter de una víctima porque le pegaron los impactos y le colocaron el suéter después”.El uniformado señaló que el entonces comandante de la Brigada 17, general Luis Alfonso Zapata, enviaba el dinero para ejecutar esos crímenes, comprar material de guerra para simular combates y recursos para sepultar los cuerpos en las mercedes.“Los ‘paras’ le pagaban a mi general Zapata para que mandara hombres que limpiaran la zona (...) Mi general Zapata mandaba la plata para el pago de bajas. Yo me vine a enterar que el pago de bajas era de 2 millones de pesos por baja y a nosotros lo único que nos daban eran 250 o 500 mil pesos”.Noticias Caracol pudo establecer que este general en retiro falleció hace varios años, razón por la cual la JEP no pudo escuchar su versión al respecto. De vuelta al modus operandi utilizado en el cementerio de Dabeiba, el testigo contó que a las víctimas siempre las enterraban de noche y que para ello se le pagaba a la mujer que manejaba la morgue, al sepulturero y a tres jóvenes que cavaban las fosas con él.En ese momento de la diligencia el militar recordó cómo mataron a las tres primeras personas que enterraron en Las Mercedes. Eran campesinos. “A las 6 de la mañana murieron. Primero los hicieron cambiar el camuflado y después los sentaron. Hasta yo les llevé tinto. Después me fumé un cigarrillo con uno de ellos. Por estar de lambón, digámoslo así, casi me pegan un tiro a mí porque yo estaba sentado al lado de uno de ellos”.El magistrado de la JEP le preguntó al suboficial: “¿Qué hablaron entre ustedes dos al fumarse un cigarrillo?”. El testigo señaló: “Me preguntaba quiénes éramos nosotros”. “¿Y usted qué le dijo?”, insistió el jurista. “Que eso no le importaba, que si lo íbamos a matar, y le dije: ‘No sé nada, a mí no me pregunte nada, ya te estoy regalando un cigarrillo y me vas a cuestionar’, fue lo que le dije”.Los crímenes se fueron multiplicando, así como las fosas en Dabeiba que descubrió la JEP gracias a estas confesiones y a una investigación de casi tres años. Otro suboficial cuya identidad protegemos recordó que la orden era no dejar rastros de estos crímenes.“Inclusive cuando las otras compañías del batallón daban resultados que sabían que eran muertes extrajudiciales me tocaba pasar todo el día en el anfiteatro ayudando a la señora que hacía la necropsia a verificar de pronto que no hubieran (sic) habido errores. La orden de mi mayor era que verificara que no tuvieran las botas al revés, que si tenían tatuajes por el disparo muy cerca cómo se podía corregir todas esas cosas”, declaró.Al cementerio Las Mercedes este grupo especial le decía Punto Frío. El primer suboficial recordó otro episodio más y lo narró así de crudamente: “Me llamó mi capitán Romero: ‘Van a llevar dos novillos pa’ Punto Frío para que esté pendiente ahí de la descuartizada y si la carne sale bien o no y pa’ que la distribuya allá mismo’”.En su confesión este militar aceptó que le pagaban 500 mil pesos por cada fosa y que de ese monto le entregaba 150 mil pesos al sepulturero. Para no dejar cabos sueltos, añadió, sus superiores ordenaron la muerte de toda la gente que supo de las fosas en Dabeiba, incluido un mototaxista apodado como ‘Banana’ que les ayudaba.La confesión de un exmilitar que asesinó a 54 civiles“Mi mayor Prada fue quien ordenó la muerte de la de la morgue, quien ordenó la muerte de ‘Banana’, quien ordenó la muerte del sepulturero y de los tres pelados que hacían los huecos”, dijo.Los magistrados de la JEP indagaron si semejante operación criminal contó con la colaboración de otras autoridades en Dabeiba. “¿Los ‘paras’ tenían relación con alguna autoridad para llevar los cuerpos y entregarlos allá para ustedes después hacerlos ver como bajas en combate?”, le preguntó el magistrado. “Sí, claro”, contestó el suboficial. “¿Con quién tenían esa relación los ‘paras’?”, añadió el magistrado. “La Policía, la Alcaldía, eso trabajaban mancomunadamente igual así a como trabajaban con nosotros”, contestó el uniformado.Por último, el testigo narró que en Urabá alias ‘21’ tenía una finca conocida como “La última lágrima”, donde había un pozo con cocodrilos donde torturaban y asesinaban personas o las obligaban a hablar de posibles guerrilleros.“Ahí llevaban muchos cuerpos, personas que no querían hablar ahí los cocodrilos se los comían. Esa era la finca ‘La última lágrima’ porque si no hablaba los ‘paras’ los llevaban allá y el mayor les sacaba información. Y si esa información no les servía para nada, él (decía): ‘Los cocodrilos lo hacen hablar’”.Estos relatos hacen parte del dossier de pruebas que tiene la JEP hoy y que evidencian cómo se usó un cementerio para ocultar decenas de crímenes perpetrados por algunos miembros de la Fuerza Pública. La jurisdicción Especial para la Paz se alista para asignar responsabilidades sobre este capítulo de horror en Dabeiba.
A la fecha han sido encontrados los restos de 54 personas. Serían víctimas de ejecuciones extrajudiciales cometidas, al parecer, por el Ejército. En diciembre de 2019, la Jurisdicción Especial para la Paz inició la exhumación de una fosa en el cementerio Las Mercedes en Dabeiba, occidente de Antioquia, donde de acuerdo con versiones de militares habrían sido enterradas decenas de víctimas de falsos positivos. Durante la primera jornada fueron hallados restos de 17 cuerpos, mientras que, en la segunda inspección, en febrero de este año, encontraron 37 posibles nuevas víctimas, entre quienes “están los cuerpos de una familia con prendas militares, dos niños, varias mujeres, cuerpos con botas de caucho y cráneos con herida con arma de fuego y presencia de ojivas”, aseguró la JEP. Testimonios de horror Las versiones voluntarias de militares fueron el primer indicio para la JEP de lo que encontrarían en el camposanto Las Mercedes. Además, detallaron cómo se realizaban las inhumaciones: Un hombre, que fue testigo de estos hechos hace más de 10 años, narró cómo él mismo se vio obligado a sepultar varios cuerpos de desconocidos. Voces de dolor y esperanza Los hallazgos de la JEP han destapado un crudo capítulo de la guerra, pero para muchos habitantes de Dabeiba significan una luz de esperanza para saber qué ocurrió con sus seres queridos. Dionisio López es uno de ellos. Dos de sus hijas desaparecieron sin dejar rastro en 1996 y 2006, respectivamente. En 1996 su pequeña Edilma, con apenas 14 años, fue asesinada y desaparecida en la vereda Alto Bonito de Dabeiba. Su testimonio se repite en decenas de personas que han buscado por años tener alguna razón de ese hijo, hermano o compañera, arrebatados por la violencia. ADN, clave para identificar a más víctimas Muchas madres que buscan a sus hijos entregaron muestras de sangre para su análisis en Medicina Legal, entidad que realizará el cotejo respectivo con los restos encontrados hasta el momento, para su posible identificación. María de los Santos es la madre de José Manuel y Luis Arnoldo, dos jóvenes desaparecidos en 2004 y 2008, al parecer, a manos de paramilitares. Ella, al igual que cientos de personas, llegó hasta la Alcaldía de Dabeiba para dejar una muestra de sangre con la esperanza de que le JEP pueda hallar los restos de sus hijos. Nubia López no solo perdió a su hijo por culpa del conflicto armado, sino que también salió desplazada de Dabeiba por amenazas contra su vida. Hoy su deseo es tener una reparación digna. Primer rostro de la barbarie Édison Lexánder Lezcano tenía 23 años cuando desapareció en 2002. Pasaron 18 años para que su familia le pudiera dar un sepelio digno. Sus restos fueron hallados en el cementerio de Dabeiba, tras la primera inspección de la JEP. Durante años, Gustavo de Jesús Lezcano luchó por encontrar a su hijo, pero la justicia ordinaria no le dio respuestas. Gracias a los registros de ADN que reposan en Medicina Legal, finalmente se logró su identificación. Nohelia Rengifo, expareja de Édison Lexánder Lezcano, relató cómo fue su desaparición: “De repente me dan esa noticia de su desaparición y yo salí a averiguar si eso era verdad y me decían que sí, que él estaba muerto”. Luego de 18 años, Lezcano recibió cristiana sepultura y sus restos ahora reposan en una bóveda con su nombre. Signos de ejecuciones extrajudiciales Para el abogado hay un alto grado de certeza de que los restos hallados en Dabeiba pertenecen a víctimas de ejecuciones extrajudiciales, no solo por las pruebas, sino por la coincidencia de las versiones de quienes guiaron a la JEP hasta el camposanto y lo que han encontrado en este. Su siguiente objetivo es con miras a los responsables de estos hechos. En Dabeiba hay registro de 17 mil personas afectadas por el conflicto, según cifras de la Personería municipal. La JEP adelantará también inspecciones en zona rural donde podrían encontrarse víctimas de desaparición forzada por parte de las FARC.
Con la inspección de la JEP en el municipio de Dabeiba, Antioquia, se conoció que existen 16 lugares más que hoy son objeto de medidas cautelares. Esos sitos están ubicados en los departamentos de Antioquia, Caldas, Magdalena Medio y Sucre donde estarían enterradas personas desaparecidas que podrían ser víctimas de los falsos positivos. “Fue una política del Estado, según esa información ejecutar y posteriormente desaparecer sin ningún tipo de procedimiento en estos cementerios”, indicó Diana Salamanca, secretaria técnica de Movice. Sin embargo, los municipios que tienen un riesgo latente son Dabeiba, donde podrían estar enterradas más de mil víctimas y San Onofre (Sucre), donde se habla de la presencia de tres mil cuerpos. “También tenemos información de la finca El Palmar, la finca La Alemania y el cementerio del Rincón del Mar, según nos cuentan víctimas de este departamento allí pueden estar más o menos tres mil personas dadas por desaparecidas” agregó Salamanca. Vea también: Testimonio de un padre que refleja la crueldad de la guerra en Dabeiba Mientras tanto la JEP avanza con la práctica de pruebas para contrastar la versión del militar que fue testigo del horror en Dabeiba. Por ahora cuentan con más de seis entrevistas y declaraciones juramentadas de comparecientes, pobladores y familiares de las víctimas. Además, ya tienen en su poder 32 necropsias que reposaban en el hospital local de la época y que serán confrontadas con la información dada por el militar. También esperan los resultados de las necropsias de los 14 cuerpos que fueron enviados a Medicina Legal la semana pasada. Fuentes cercanas a la JEP confirmaron que se realizará una inspección en el cementerio de Dabeiba el próximo año.