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Karina Rincón Durán, una ingeniera ambiental de Ocaña, Norte de Santander, se convirtió recientemente en víctima de una violenta agresión perpetrada por su expareja, José Urbano Medina Villa, a pesar de que las autoridades habían impuesto una medida de protección que le ordenaba al hombre mantenerse alejado de ella y de su familia. El ataque ocurrió en septiembre de este año, y según el relato de Karina, el agresor utilizó el derecho de visita a la hija que tienen en común como pretexto para acercarse a la vivienda y, finalmente, violentarla con extrema severidad. Diego Guauque, de Séptimo Día, conoció el caso.
El dramático desenlace que la dejó con 17 cicatrices en la cabeza y tres en el rostro. En 2014, Karina, entonces de 25 años, conoció a José Urbano, quien era gerente en una multinacional en Colombia y líder de un proyecto en el que ella era practicante. La relación se formalizó después de que Medina la ayudara y la guiara en su proyecto. Ella describe que la atrajo por lo “caballero, por su nivel intelectual, por su profesionalismo y porque proyecté algunas cosas con él”. La relación duró seis años.
Según Karina, la luna de miel fue tormentosa. “Extremadamente celoso, hackeaba mi WhatsApp, Facebook y correo. Me celaba con absolutamente, todo. Cuando tomaba sacaba un comportamiento raro y se transformaba porque era en ese momento que quería abusar de mí”, relató.
A pesar de un patrón repetitivo de ruptura y reconciliación, en 2020 nació la bebé de la pareja. Karina retornó con él, y los episodios de violencia también regresaron. Ella relató que él cada vez que podía “me gritaba y se me venía encima y se me colocaba muy cerca y yo siempre tenía que retroceder”. Según ella, los primeros tres años de la niña transcurrieron en medio de la violencia.
A mediados de 2023, la violencia escaló a un ataque físico severo: “Agredió a mi mamá, agredió a la bebé y me agredió a mí”. Karina relató que el agresor usó su rodilla: “Con la rodilla me lastima el rostro y el rostro me dura inflamado por ahí un mes”, dijo.
Tras esta agresión, Karina acudió a una comisaría de familia y solicitó una medida de alejamiento. Jennifer Gallón, abogada de Karina, confirmó que “se le había ordenado al señor Urbano Medina que no se le acercara a Karina Rincón ni a su hija ni a su progenitora, a la abuela de la menor”.
Sin embargo, en el caso de Karina, la comisaría no tomó medidas “relativas al tema de custodia o de visitas”. Esto significó que, a pesar de la orden de restricción, José Urbano Medina conservó el derecho a ver a su hija.
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Karina tenía la custodia, pero él tenía derecho a las visitas. Aunque inicialmente se estableció que las visitas eran cada 4 días, “él empezó a llegar todos los días”. Karina explicó que accedía a esto por dependencia económica, pues había perdido su trabajo y él le había asegurado que “’¿Cómo vas a vivir ahora? Yo debo estar ahí para cubrir todo’".
Karina Rincón confirmó que el padre de su hija utilizaba este mecanismo para contactarla, infringiendo la orden de alejamiento. Al ser consultada sobre si él utilizaba las visitas como excusa para acercarse, ella declaró enfáticamente: “Fue lo único que usó. Lo que más usó fue las visitas de la niña”. Además, aseguró que él la forzaba a acceder: “Si yo no le abría, si yo no aceptaba que la visitara, no le daba ningún recurso a la niña...No le daba nada”.
El ataque más violento ocurrió el pasado 22 de septiembre, el día en que Karina cumplió 36 años. Ella permitió que su expareja estuviera en su casa desde temprano visitando a la pequeña. Incluso, él le cantó el cumpleaños y le dio un postre. En la noche, tras salir a cenar y regresar en horas de la noche, encontró que él aún seguía en la vivienda.
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Karina ingresó a su habitación para cambiarse, momento en el que la agresión se desencadenó. El hombre rompió su pantalón, lo que la sorprendió: “Él ingresa rápidamente, rompe el pantalón y yo me quedo sorprendida. Me mira y me dice ‘vagabunda’”.
Karina afirmó que su expareja buscó la caja de herramientas y relató el momento exacto del ataque: “Cuando él abre la puerta, en dos pasos estaba enfrente mío y simplemente ya yo tenía un martillazo en la cabeza... Dije ‘yo no voy a morir hoy, yo voy a vivir”.
La lucha por sobrevivir fue brutal. Ella intentó defenderse, pero la agresión fue tan violenta que uno de los golpes le fracturó los huesos de la mano.
El agresor continuó golpeándole la cabeza con el martillo y con el palo intentó romper el abdomen. Mientras la golpeaba casi contra el piso, ella vio el balcón y consideró lanzarse desde el cuarto piso, pero él la arrastró y siguió con los golpes. Ella perdió el conocimiento. En total, el sujeto le realizó 17 cicatrices en la cabeza y tres en el rostro.
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El ataque no terminó ahí. Medina usó el alicate para retirarle los dientes de la parte izquierda, aunque esa es una parte de la que ella aseguró ya no tiene recuerdo. Lo último que recuerda es querer ver a su bebé, que estaba dormida en la habitación contigua: “Yo veo a mi bebé dormida, sentí un martillazo y hasta ahí me acuerdo”.
Karina aseguró que los ladridos de su perro y el auxilio de un vigilante hizo que alertaran sobre lo que estaba ocurriendo. En ese momento, José Urbano abrió la puerta y huyó corriendo.
Karina fue trasladada al hospital de Kennedy, donde se evidenciaron múltiples fracturas en cráneo en la región frontal. Requirió una cirugía de unas 10 horas para reconstruir parte de su hueso frontal, hueso occipital y retirar la esquirla ósea.
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Días después, el agresor llamó a la madre de Karina, diciéndole: "‘Su hija está muerta. Ya quedó muerta en el apartamento. La acabé de matar’". Luego, se entregó a las autoridades.
Actualmente, José Urbano Medina está a la espera de la audiencia de acusación. Se le imputaron cargos por el delito de feminicidio agravado en grado de tentativa, pero el hombre no aceptó los cargos. De ser hallado culpable, podría enfrentar una condena de hasta 30 años.
Séptimo Día se contactó con él para obtener una entrevista, pero a través de su abogado informó que no iba a dar declaraciones.
Karina Rincón Durán continúa con un largo proceso de recuperación física y emocional, enfrentando secuelas como fuertes cefaleas y la necesidad de múltiples tratamientos en su pelo, piel, cráneo, dientes, nariz y manos, además de tratamiento psicológico. Aunque admite que el proceso será largo, afirmó: “Yo tengo mucha fortaleza y todos los días le doy gracias a mi Dios por estar viva y por el milagro de vida. Es lo primero que hago”.
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*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos. Cuenta con información y reportería propia de Séptimo Día.