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Los juegos ambientados en Roma suelen caer en lo mismo: ejércitos, conquistas, legiones en marcha y mapas teñidos de rojo. Anno 117: Pax Romana decide tomar otro camino. Aquí Roma no se expande a punta de espada, sino con lápiz, abaco y decisiones pensadas. El combate existe, claro, pero rara vez es el corazón de la experiencia. La verdadera fuerza del juego está en cómo construyes una colonia que funcione, cómo la mantienes estable y cómo respondes cuando algo se sale de control.
El resultado es una experiencia que se siente más íntima que épica, más estratégica que militar, más lógica que ruidosa. Es una invitación a entender la vida en las provincias del Imperio sin caer en el cliché del conflicto constante. Esa apuesta hace que el juego se distinga dentro del género desde los primeros minutos.
El modo historia no es un trámite. Empieza con un drama familiar que termina llevándote al mando de un territorio remoto. Desde ahí, el juego te va moviendo de región en región a lo largo de un recorrido que abarca desde zonas luminosas del Mediterráneo hasta tierras frías, húmedas y desafiantes en Albion. Cada mapa introduce nuevos recursos, edificios, personajes y tensiones políticas.
Lo mejor es que todo entra de manera natural. No es un tutorial disfrazado: es una historia de traiciones, ambiciones y presiones internas del Imperio que te obliga a adaptarte. Ese diseño hace que la campaña tenga sentido jugarla más de una vez. La primera vuelta es para entender cómo funciona todo; la segunda, para demostrar que ya sabes dominarlo.
La base de Anno 117 es la organización. Cada edificio tiene un impacto sobre su zona cercana, y ese impacto puede ser positivo o negativo dependiendo del barrio. Construir una panadería cerca de casas puede mejorar la economía local, pero también aumenta el riesgo de incendios. Instalar una granja porcina garantiza alimento, aunque baja la felicidad del sector. Levantar templos romanos-célticos influye en la fe, la investigación y la estabilidad social.
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Todo se convierte en un rompecabezas donde las piezas nunca encajan del todo. Los sistemas se cruzan, chocan y presionan. El reto está en encontrar los puntos de equilibrio que permitan que la ciudad crezca sin colapsar. A medida que la población asciende de nivel, las exigencias aumentan, y mantenerlos contentos se vuelve un acto continuo de vigilancia y ajuste.
Es el tipo de diseño que premia mirar el mapa por varios minutos antes de poner un solo edificio. No es para jugadores impulsivos; es para quienes disfrutan pensar cada movimiento.
Uno de los elementos más fuertes del juego es su sistema económico. Ampliar tu asentamiento sin medir recursos es una sentencia de muerte. El dinero desaparece rápido si no mantienes el ritmo de producción y no cuidas la cadena logística. Las historias de jugadores con la ciudad al borde del caos, sin fondos para reparar incendios o sin comida suficiente para su gente, no son fallas del diseño: son parte de la experiencia.
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Lo valioso es que siempre hay una salida. Reubicar edificios, reorganizar barrios, eliminar zonas que sobran, cambiar rutas y modificar prioridades son herramientas centrales del progreso. Cuando logras que todo fluya —cuando las granjas producen lo justo, las panaderías entregan a tiempo, la felicidad se mantiene y el ingreso sube— es una satisfacción enorme. Sentís, literalmente, que recuperaste el control.
Aunque Anno 117 no es un juego de guerra, sí permite combatir en tierra y mar. Lo interesante es que no exige microgestión de unidades ni combinaciones complicadas. La clave es la preparación. Tus defensas dependen de qué tan bien manejaste tus recursos: si tienes aserraderos suficientes, si la pesca está en orden, si la población produce lo necesario para sostener soldados.
Incluso puedes evitar peleas por completo. Un ejército bien equipado sirve como disuasión y abre puertas a acuerdos diplomáticos. Es un enfoque más administrativo que militar, coherente con el resto del juego.
El árbol tecnológico es grande, variado y obliga a elegir un camino. No puedes desbloquearlo todo en una sola partida, lo cual le añade rejugabilidad. Sin embargo, algunas rutas no son del todo intuitivas. Encontrar un armadillo detrás de una tecnología vitivinícola o ver conexiones poco temáticas rompe un poco la sensación histórica.
Aun así, la variedad de mejoras permite moldear tu colonia y especializarla según tus prioridades: eficiencia agrícola, fuerza militar, producción avanzada o estabilidad social.
También está la “Hall of Fame”, una progresión persistente que desbloquea mejoras permanentes entre partidas. Aunque parece un pase de batalla, en realidad funciona como una forma de recompensar tu experiencia acumulada. Algunas de estas mejoras cambian la forma como abordas las campañas, como poder recolectar madera en praderas que antes eran inútiles.
La cantidad de menús, filtros, indicadores y niveles de información puede asustar cuando empiezas. Sin embargo, el diseño está pensado para que la curva se suavice con las horas. Los accesos rápidos son útiles, los agrupamientos por tipo de producto ordenan bien los edificios y la posibilidad de reubicar construcciones evita castigos innecesarios.
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De todas formas, es un juego que pide paciencia. La interfaz no es un obstáculo, pero sí demanda tiempo para apreciarse.
Visualmente, el juego brilla. Los paisajes romanos se sienten vivos, desde las costas soleadas hasta los pantanos de niebla espesa. Las ciudades se ven llenas de movimiento y detalle; los barcos dejan estelas realistas; las casas respiran con actividad cotidiana. Es un juego que invita a pausar cada tanto solo para observar lo que has construido.
El rendimiento también acompaña. Corre bien en pantallas ultrawide, se adapta sin problemas a laptops y tiene opciones suficientes para afinar el desempeño según tu equipo.
El verdadero pozo del tiempo está en el modo infinito. Aquí defines el tipo de partida que quieres: facciones, clima, agresividad, recursos, economía inicial. Puedes diseñar desde una aventura tranquila y contemplativa hasta un escenario hostil donde la mínima falla puede colapsarlo todo.
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Los fans de juegos como Tropico, Civilization y Anno 1800 van a sentirse en casa. La capacidad de crear y perfeccionar una colonia durante horas es la esencia del título.
Es imposible ignorarla. Anno 1800 se convirtió en un gigante después de años de contenido y expansiones. Comparado con ese monstruo, Anno 117 llega más ligero, pero también más enfocado. Tiene una campaña más sólida, un sistema urbano más profundo y una ambientación trabajada con mucho cuidado.
No está al nivel de complejidad de Anno 1800 todavía, pero como punto de partida es más que prometedor.
Anno 117: Pax Romana es un juego que recompensa la calma, la precisión y la capacidad de corregir errores sin frustrarse. No te da soluciones rápidas ni caminos obvios. Cada éxito es ganado con cabeza, paciencia y análisis.
Es ideal para jugadores que disfrutan diseñar ciudades, optimizar recursos y resolver problemas complejos. Quienes quieran acción inmediata o explosiones constantes no lo van a encontrar atractivo. Los que disfruten el pensamiento estratégico, sí.
Es un juego que vale la pena, sobre todo para quienes aman sentirse al mando de un sistema vivo donde cada decisión tiene consecuencias.
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