El área rural de Tumaco es uno de los diez municipios que concentra el 44% de las 169.000 hectáreas de cultivos ilícitos de Colombia, según la ONU.
Como todas las mañanas, un avión black hawk de la Policía despega con una misión arriesgada: ser la primera línea de fuego que protege a los erradicadores de cultivos ilícitos en esa zona.
El mayor Raúl Montoya, quien está al mando de la aeronave, es uno de los llamados ‘ángeles de los erradicadores manuales de coca’. Él, como pocos, sabe de los riesgos de volar en esta zona, donde el crimen acecha.
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“Las condiciones meteorológicas, que son bastante complicadas y la presencia de los grupos armados ilegales hacen más difícil la tarea, la labor e inclusive para el personal que está en tierra” son algunos de los peligros.
Y es que la misión de estos pilotos, los dos técnicos y un rescatista, es proteger, evacuar y brindar los primeros auxilios a los erradicadores y a los policías que, dotados de motobombas, fumigan las plantaciones de coca.
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En esta ofensiva, los campos minados y los ataques de grupos armados se han convertido en la mayor amenaza.