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Una pieza de evidencia que pudo pasar por inadvertida, un código impreso en la maleta de un domiciliario, se ha convertido como el hilo conductor fundamental para las autoridades en la escalofriante investigación por el envenenamiento con talio de tres menores de edad, un caso que ya ha cobrado la vida de dos niñas y mantiene a otra en una crítica lucha por sobrevivir. El rastro de este elemento llevó a los investigadores directamente hacia la presunta responsable, la ciudadana Zulma Caterín Guzmán Castro, quien actualmente es buscada a través de una circular roja de la Interpol.
La tragedia que enluta a una familia comenzó a develarse gracias al minucioso trabajo de reconstrucción de hechos llevado a cabo por los organismos de inteligencia. El centro de la pesquisa se posó sobre la entrega a domicilio de unas frambuesas contaminadas que se realizó el pasado 3 de abril del presente año.
Una imagen crucial en manos de los investigadores, captada el día de la entrega, fue la del repartidor. Esta fotografía no solo permitió la identificación y ubicación del trabajador, sino que también aportó un testimonio decisivo para la causa. El domiciliario, pieza clave en este rompecabezas judicial, relató a los funcionarios que la orden para enviar las frambuesas provino de una amiga de la hoy señalada, Zulma Caterín Guzmán Castro. Este testimonio estableció el primer vínculo directo entre el envío del producto tóxico y la mujer que es señalada como la presunta responsable del envenenamiento.
La ruta logística seguida por el repartidor también arrojó luces importantes. Según las imágenes y el relato, el domiciliario acudió en dos ocasiones a la residencia de las víctimas el 3 de abril, debido a que el primer intento de entrega resultó fallido. Este detalle, aunque menor en apariencia, consolida la línea de tiempo del macabro suceso.
Dos días después de la recepción de las frambuesas, el 5 de abril, las dos niñas que posteriormente fallecieron debieron ser hospitalizadas de emergencia. La primera menor sucumbió a la intoxicación ese mismo día 5 de abril, mientras que la otra niña falleció cuatro días después, el 9 de abril. El talio, un metal pesado altamente tóxico, se configuró como el agente letal que causó el deceso de las menores.
La sospechosa, Zulma Guzmán, no era una extraña para la familia de las víctimas. Se ha determinado que mantenía una amistad de más de veinte años con el núcleo familiar. Este prolongado y estrecho vínculo es uno de los elementos que sustenta los indicios de los investigadores sobre la presunta culpabilidad.
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Los funcionarios a cargo del caso han articulado varios indicios que apuntan a Guzmán Castro. Entre ellos se destaca el conocimiento preciso que la mujer tenía no solo de la dirección del domicilio, sino de las rutinas cotidianas de la familia. Además, se presume que tenía información detallada sobre los hábitos de consumo de los menores, pues estaba al tanto de que las frambuesas achocolatadas eran un producto que consumían habitualmente. Sumado a esto, se ha establecido que tenía conocimiento sobre los momentos específicos en los que dicha familia solía reunirse, lo que podría haber facilitado la oportunidad para perpetrar el acto.
La investigación avanza con la mujer como principal sospechosa y foco de la búsqueda internacional. Mientras las autoridades colombianas, con el apoyo de la Interpol, rastrean el paradero de Zulma Guzmán, el testimonio del repartidor y el código en su maleta continúan siendo la pieza inicial que permitió desenmarañar este oscuro caso de presunto envenenamiento y doble homicidio, un drama que mantiene en vilo a la opinión pública y clama por justicia para las víctimas y sus deudos. La tercera menor, por su parte, continúa librando una batalla por su vida.
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JULIÁN CAMILO SANDOVAL
NOTICIAS CARACOL DIGITAL
JSANDOVAL@CARACOLTV.COM.CO