Familiares y amigos recuerdan a Alejandra como una persona “humilde, trabajadora, honrada y con buena sazón”.
Lisdanis Ortega, su hermana, no olvida sobre todo su sonrisa… “siempre alegre”, dice.
Uno de los sueños de Alejandra Monocuco era terminar el bachillerato, logro que cumplió en un hogar de paso de la Secretaría de Integración Social de Bogotá. Pero tenía un sueño mucho mayor que forjaba desde su ambulante puesto de dulces.
“El sueño de ella era tener su negocio, su peluquería, le gustaba arreglar uñas, todo”, cuenta Leidy Tatiana Daza Alarcón, amiga de Alejandra.
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Aunque la mujer era portadora de VIH, sus más cercanos afirman que no mostraba afectaciones de salud.
“Los últimos días de ella yo la veía bien, normal, contenta, alegre como siempre era ella”, agrega Leidy.
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Ese panorama cambió completamente el pasado jueves 28 de mayo. Alejandra les dijo a sus amigas que se sentía indispuesta; todo el día estuvo encerrada en su habitación.
Sin embargo, su amiga Diana Navarro empezó a escuchar unos pujidos, entró a su habitación y la encontró sufriendo asfixia.
Según cuenta, Alejandra duró 50 minutos esperando una ambulancia hasta que finalmente llegó con los paramédicos.
“Los chicos esos empezaron a colocarse todos sus trajes, duraron como 20 minutos y ella suplicando porque ya medio hablaba, el ahogo no la dejaba, que por favor le ayudara. Llegó el chico, eso empezó a mirar, a tomar la temperatura, le sacó sangre de un dedito. Dijo que no eran síntomas de eso (coronavirus)”, relata Navarro.
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Agrega que los paramédicos le dijeron que “tal vez era un preinfarto, que no se preocupara que eso le iba a pasar. Yo le decía que no, que se la llevara porque, de siete años de conocerla, nunca la había visto así en ese estado. Yo le suplicaba a él que se la llevara, que le prestara el oxígeno”.
El deceso de Alejandra Monocuco fue inminente, se registró en horas de la madrugada. Sus amigas no pueden olvidar cada detalle, aseguran que hubo posibles errores y discriminación por parte del personal de salud.
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“Él me dijo: ‘qué enfermedades tiene ella’. Yo le dije: ‘ella es portadora’: Entonces, él se alarmó y cambió todo. Fue cuando me dijo que me tranquilizara, que nada va a pasar, que no le diéramos nada, que eso ella se iba a ir relajando y que le pasaba”, sostiene Leidy.
A eso se sumó la equivocación de la Secretaría de Salud que, en un primer comunicado, afirmó que la acompañante firmó desistimiento de traslado de la paciente. Algo que no sucedió realmente.
“Yo nunca firmé nada, ellos se quedaron ahí como unos 40 minutos, media hora tomando tinto y café mientras que la otra, mi amiga, acá muriéndose”, dice Leidy.
Días después, el Distrito aceptó su responsabilidad.
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“Reconocemos públicamente el error que conllevó a hablar de un desistimiento escrito que nunca existió y pedimos excusas por el dolor y confusiones que esto haya podido generar”, declaró Alejandro Gómez, secretario de Salud.
Ahora su familia y amigas se preguntan: ¿por qué le negaron el derecho a la salud y a la vida?
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Entre lágrimas, Adela Ruidiaz, madre de Alejandra pide “justicia por mi hijo porque me lo dejaron morir, no le prestaron los primeros auxilios, no le dieron oxígeno, también lo cremaron sin permiso de la familia y me lo dejaron tirado en el piso como si fuera una basura por casi 15 horas”.
Lisdianis Ortega, hermana de la mujer, cuestiona si todo sucedió por ser trans o por ser portadora del VIH.
Entretanto, Félix Ortega asegura que a su hermana “la vieron agonizando en el piso y no le prestaron ninguna ayuda, dejaron que se muriera como si fuera un animal”.
Germán Humberto Perfetti, abogado y defensor de la comunidad LGBTI, sostiene que “el caso de Alejandra no es un caso aislado, es típico del maltrato a las personas trans y obviamente tenía un factor adicional que era el tema de su condición de diagnóstico de VIH. Frente a esa condición hay doble discriminación, dobles estereotipos negativos y por eso el trato que se le dio tan desafortunado”
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Alejandra Monocuco se convirtió en el símbolo de muchas en Bogotá, una población que se siente olvidad y que espera se cumplan las promesas de la administración de Claudia López.
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