Tiene 7 años, vive en una vereda de Ciudad Bolívar y cada semana emprende una aventura de 40 minutos para ir a la biblioteca más cercana. Esta es su historia.
Karen Moya tiene una yegua llamada Fortuna y la convicción de que los libros son su salvavidas. Vive en una finca sencilla, a 3.400 metros de altura, en la vereda Pasquilla de Ciudad Bolívar, a las puertas del páramo de Sumapaz.
Ella recorre a diario empinadas cumbres y mientras lo hace aprecia las postales más hermosas. Aparte de corretear gallinas u ordeñar vacas junto a sus padres y pequeño hermano, campesinos todos, lee cuanto puede en algún rincón de la casa.
Pero, ¿qué hace a su historia algo extraordinario? Cada semana, sin falta, Karen se monta en Fortuna, se despide de sus padres y agarra sola los caminos de herradura.
Allí, sortea los vientos helados con una sonrisa y baja hasta la biblioteca de la vereda para llevarse dos o tres libros; una travesía de 40 minutos.
Karen es una niña lectora y su ritual de bajar del monte, a lomo de yegua, para pedir libros y devolverlos la semana siguiente lleva casi el mismo tiempo que el de la inauguración de la biblioteca pública de Pasquilla: seis meses.
“En el camino encontró un ratón vecino, le dijo vamos a visitar juntos a doña Ratona, habrá comilona y habrá francachola”, declama, entre risas, esta pequeña que ya le dio el visto bueno, justamente, a ‘Rin Rin renacuajo’.
Y aunque todavía confunde las letras y su madre Alba debe corregirla con paciencia, cada que se embarcan en una nueva lectura, nada cautiva más a Karen que esas historias infantiles a través de las cuales está descubriendo el mundo. Esos raticos de fantasía.
En su casa podrá no haber luz, ni televisores, ni internet, pero desde hace seis meses siempre hay un libro.
“Es maravilloso que, a pesar de todas las dificultades familiares, económicas, de distancia, ella no se quede solamente con lo que le ofrecemos en la escuela. Muchos niños de aquí o vecinitos de ella la admiran, porque no todos son capaces de hacer lo que ella hace. De subirse en una yegua, sola, llegar a la biblioteca”, reconoce Gina Paola Álvarez, profesora del colegio rural de Pasquilla.
Esta travesía de Karen es una rutina inmodificable desde hace meses, a pesar de las distancias o la lectura difícil.
Su madre Alba Marina Castro cuenta que la biblioteca ha sido un pequeño milagro en sus vidas y se sorprende con la voluntad de su pequeña.
“Eso no lo hace cualquier niño, son muy pocos los que hay, pues yo digo que solamente con el valor de ella, si ella desea salir adelante, pues yo la sigo apoyando para que vaya a traer más libros a la biblioteca”, dice.
Su padre, don Carlos Rogelio Moya tampoco oculta su admiración y se anima a responder qué puede aprender Colombia de Karen: “Que le sigan el ejemplo a ella de ir a la biblioteca, a leer libros, a mirar, así sea lo más lejos que sea, pero el que quiere algo o estudiar, así sea lo más lejos, uno cuando quiere las cosas las hace”, sostiene.
Entretanto, mientras Karen camina, con la mirada maravillada, por los pasillos de la biblioteca y se decide por su próxima aventura responde con dos palabras qué es eso que le dan los libros: “Amor y paz”.
Su historia hace pensar que razón tenía Jorge Luis Borges, el escritor argentino, cuando dijo: “Siempre imaginé el paraíso como una biblioteca”.
Updated: abril 22, 2019 06:39 p. m.