Este ejemplar, que vive en un pozo de Santander, mide 3,20 metros y pesa 145 kilos.
Los médicos le realizaron los exámenes mientras su lugar de descanso estaba en mantenimiento.
“Se aprovecha este procedimiento también para hacer biometría, rotular pesos, estado corporal, hacen muestras para cultivos y tomar muestras de sangre, coprológicos y orina para valorar el animal”, explica el veterinario Héctor Reyes.
Este examen, similar a los que se hacen a cualquier humano, sirve para mejorar el conocimiento sobre los caimanes aguja, una especia en vías de extinción.
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Las mandíbulas de un reptil de este tipo pueden generar una presión de 1.700 kilos. Y ni hablar de su trompa, que mide hasta 40 centímetros.
En el caso de este caimán aguja, no puede ser liberado por el peligro para los humanos. También porque las personas, la mayoría pescadores, suelen aniquilarlos debido a que los ven como una amenaza.
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