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¿Sabía usted que hay un municipio en Colombia en donde los muertos se convierten en momias? Viajé hasta San Bernardo, un pueblo que está rodeado de montañas y fuentes hídricas que enaltecen la naturaleza del suroccidente de Cundinamarca, para observar de cerca el museo en donde reposan alrededor de 12 cuerpos momificados. Científicos, historiadores y antropólogos, a lo largo de los años, han visitado este rincón de la provincia de Sumapaz para intentar descifrar este fenómeno que ocurre desde 1956, pero la respuesta aún es un misterio.
Según los sanbernardinos, y versiones de algunos expertos, el factor geográfico puede jugar un papel fundamental en el proceso natural de la momificación. San Bernardo es conocido como la despensa agrícola del Sumapaz ya que cuenta con todos los pisos térmicos. Su clima templado sería una de las razones de este fenómeno, pero no hay prueba científica que lo respalde.
El otro factor está relacionado con la gran concentración de carbono 14 que circula por el cementerio donde reposan los cuerpos momificados y la humedad que sale de las bóvedas de donde son exhumados los muertos. Pero resta otro factor: los productos alimenticios.
De acuerdo con los habitantes de la región, la guatila y el balú, dos alimentos fundamentales en la dieta de los sanbernardinos, producen la momificación natural al ser comida sana y sin químicos. Sin embargo, cabe aclarar que estos frutos también se consumen en otras regiones, como Boyacá y Santander, y allí no hay rastros de momias.
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Al mausoleo no solo llegan turistas. El lugar también es muy apetecido por antropólogos, universitarios y científicos por el enigma que este lugar esconde entre sus montañas. De acuerdo con Edna Rocío Vergara, cuidadora y guía del museo, en 2025 se han presentado ocho casos de momificación en personas de diferentes edades y con decesos totalmente diferentes.
El museo de momias se encuentra al respaldo de la capilla donde reposa el cuerpo del padre José Arquímedes Castro, quien lideró la construcción del nuevo cementerio. El mausoleo cuenta con dos pisos en donde se observa una decena de personas momificadas entre una bóveda de cristal y acompañada de cuadros que narran su historia de vida.
En el primer nivel están desde la momia más reciente hasta la más antigua. Don Jorge Armando Cruz Urrea, conocido en vida como "el científico", es la última persona expuesta en este sitio. Lo impresionante de su cuerpo (momificado desde 2016) es que aún conserva sus pestañas, cabello, dientes, uñas y huellas dactilares en la planta de sus pies.
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Don Albertino Pavón es otra de las persona que reposa en el mausoleo de San Bernardo. Su postura rígida y sus manos grandes y pronunciadas evidencian que fue un militar con una personalidad fuerte.
Así como hay cuerpos de adultos mayores, también hay cuerpos de niños y bebés que pasaron por este mismo proceso de la momificación natural. El caso más antiguo está relacionado con una mamá y su hija, quienes sufrieron un accidente de tránsito. Aunque su identidad es desconocida, el mausoleo expone sus cuerpos para reflejar que hasta en la muerte el amor de madre e hija es inquebrantable.
Hablé con Don Reynel Díaz, familiar de una de las personas momificadas. Su padre, Víctor Emilio Díaz, fallecido en 2017 a los 83 años, siempre tuvo una convicción firme: "Yo voy a quedar momificado". Él quería que lo exhibieran para que siempre lo recordaran. Cuando cumplieron los 4 años de sepultura, sacaron sus restos y aún estaba "muy fresco," por lo que decidieron dejarlo otro año. Al cabo del año, salió "enterito". Según don Reynel Díaz, la familia ya era consciente de que esto pasaría y se sintieron orgullosos cuando el deseo de su padre se cumplió años después de su fallecimiento.
Salí en carro a las 5:00 de la mañana desde Bogotá, capital de Colombia, hasta San Bernardo. Tomé la vía que conduce hacia Soacha y pasé por poblaciones como Sibaté, Silvania, Fusagasugá, Arbeláez y Portones, hasta llegar a este municipio de 10.000 habitantes. Son 100 kilómetros de recorrido que se pueden realizar en tres horas; sin embargo, ese tiempo varía mucho dependiendo el tráfico que se presente a la salida de Bogotá.
La carretera angosta, la vía rocosa y polvorienta, las casas pequeñas y el paisaje con su color verde bien pronunciando me dieron la bienvenida a una de las aventuras y viajes más inolvidables de mi vida.
GERMÁN FELIPE ALARCÓN ARÉVALO
NOTICIAS CARACOL