Una de las características más comunes de las democracias es que en el sprint final de los gobiernos, los presidentes suelen tener índices de popularidad más bajos que aquellos de los que gozaban cuando llegaron al poder.
Por ello no es de extrañar que el último año de administración sea el de la ejecución y entrega de obras, el de la conclusión de inversiones e incluso el del cambio de algunos fusibles que permitan oxigenar al equipo de gobierno y acercarlo más a los ciudadanos.
Pero sin duda la gran decisión a tomar durante el último año es, precisamente, la de si se aspira o no a un nuevo mandato. El caso del presidente Juan Manuel Santos, quien acaba de cumplir tres años en el poder, no es la excepción.
El propio mandatario ha reconocido que está en época de balances y que le preocupa que la ciudadanía no reconozca los logros de su gobierno o que los opositores maximicen los errores por él cometidos. No ha dicho que tales preocupaciones se deban a que quiera o no reelegirse, pero dichas confesiones coinciden con la aproximación del plazo que tiene –se vence en noviembre- para comunicarle al país si quiere o no un nuevo periodo presidencial.
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Santos se ha esforzado por cumplir la tarea en cuanto a la búsqueda de la paz, pero esa es una apuesta arriesgada y basta con recordar que al presidente Andrés Pastrana (1998- 2002) le significó salir del cargo con uno de los índices de impopularidad más altos en la época reciente del país.
Al mismo tiempo, le apuesta ahora a complementar dicha estrategia con una reingeniería al manejo de la seguridad urbana, como si quisiera ir un paso más adelante en la estrategia que tantos réditos electorales le dejó a su hoy contrincante político Álvaro Uribe, quien condujo el país entre 2002 y 2010. ¿Cómo llega Santos a este momento crucial de su gobierno? Al decir de él, ha liderado una transformación que ningún otro mandatario logró.
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El desempleo, la inflación, la pobreza, y la entrega de viviendas son variables que lo muestran con ejecutorias mejores al país que recibió. Pero también tiene lunares en temas demasiado sensibles para el país (el bajo dinamismo del sector infraestructura, para citar un ejemplo) y es aún incierto el desenlace de su gran apuesta por la negociación con la guerrilla.