En este corregimiento de Suárez, norte del departamento, sus habitantes están dando ejemplo también de reconciliación.
Crearon una estrategia didáctica en la que los adultos les recuerdan a los niños que aunque la esclavitud y la violencia los tocó, hoy pueden sembrar un mejor futuro valorando su cultura y defendiendo sus derechos.
En La Toma, los violines de guadua siguen sonando. Esta tierra, que fue golpeada por la violencia y que sus habitantes heredaron de quienes huyeron de la esclavitud y se refugiaron aquí, ahora retumba con el canto de viejas y nuevas generaciones.
Su melodía proviene de Santa Rosa de Lima que, más allá de una institución educativa, es el reflejo de una familia y no solo porque la mayoría lleve el apellido Lucumí, sino porque se divierten en un propósito.
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Así como desde hace muchos años los acompaña la batea para trabajar en la minería, ahora los pequeños llevan una batea que se podría asemejar con un parqués, pero que se la toman muy en serio.
“Primero se elige un moderador para que lea las cartas y haga las preguntas”, dice la estudiante Rosemilet Lucumí Luna.
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“Por ejemplo, en qué año se embalsó La Salvajina, los derechos de nuestra tierra”, explica, por su parte, la alumna Yuly González.
¿Por qué aprender esto? “Porque ya nuestros saberes se estaban perdiendo”, responde la estudiante Yadira Lucumí.
Y, para recuperarlos, los protagonistas son ellos, los sabedores de la región. “Toca enseñarles, porque hoy estamos, mañana no”, afirma el sabedor Efraín Lucumí.
El juego tiene cinco componentes: medicina tradicional, territorio y paz, sabiduría, arte y cultura y tradición oral y escrita.
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El recorrido pasa por datos históricos, costumbres, platos típicos y hasta sentir y hacer vibrar a otros con su folclor y una tradición oral que se hereda.
“Del cielo se desprendió un lucero y traía una luz muy luminosa, era una estrella que Dios había enviado para alumbrarle a la virgen de Santa Rosa”, recita un miembro de la comunidad.
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"Yo nací en La Toma y en La Toma siempre estoy y si nos colocan el agua de La Toma no me voy", agrega otro menor estudiante.
Unicef acompaña esta importante iniciativa no solo de construcción de paz y reconciliación, sino de formación.
“Es fortalecer el currículo para que cada vez, fortaleciendo su identidad, más niños se queden en el colegio, lo terminen”, sostiene Claudia Camacho, oficial de educación de Unicef.
El propósito ya da resultados. “Me gustaría estudiar una carrera que me sirviera tanto en mi comunidad como para mí también”, señala Giselle Lucumí, estudiante.
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Otros, como los integrantes de Remolinos de Ovejas, ganadores del Festival Petronio Álvarez en la categoría Violines Caucanos, y el grupo Auroras al Amanecer, dan clases a los niños como esperanza para su cultura.
“Esto sirve para que no se sigan dando esas violencias y para que todos estén en paz”, asegura una de los integrantes de Auroras al Amanecer.
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“Para que no se acabe la tradición de mi abuelo”, dice otra miembro del grupo.
Desde hace un año, ellos transmiten sus valores y cultura como construcción de paz y hoy se enorgullecen de contarle a Colombia cuál es la clave: la Batea del Saber.
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