Geraldine Triana tiene 18 años y tiene sus sueños en las alturas, porque quiere ser piloto. Sin embargo, la carrera tiene un precio muy elevado que su familia no puede costear. Por eso, junto a sus padres, vende chivas artesanales en Medellín
con el fin de recaudar los $140 millones que vale el curso.
Con los pies bien puestos sobre la tierra, Geraldine trabaja duro por “una pasión que la vivo yo y me emociona de verdad”.
Ella, junto a su papá, se ubica en las calles de Medellín con un gran cartel que hace alusión a su anhelo de ser piloto.
Geraldine dice que está “buscando el apoyo de las personas vendiendo unas chivitas para poder completar el pago de mi carrera”. Hasta el momento ha comercializado “unas 200 más o menos, dándole duro, saliendo todos días sin parar, no importa el clima, salimos porque yo estoy luchando por mi sueño”, agrega.
Geraldo Triana, papá de esta joven, cuenta que se cuelgan “unos carteles en la espalda, unas vallas con unas arañitas, y salimos ofreciendo; hemos estado en el centro de Medellín, en el sector occidente por Belén, en todo el sector del oriente en la Comuna 9, hemos estado en centros comerciales, mucha gente nos ha apoyado”.
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Este padre orgulloso recalca que su hija “es una niña que tiene unos sueños muy altos, me ha enseñado a mí como papá muchas cosas, porque uno de adulto piensa que ya lo sabe todo y cada persona es un mundo diferente”.
La joven relata que “mucha gente admira que a mí corta edad sea una muchacha tan berraca, salir sin pena, pero otra gente en la cara me dice que no hay plata, que no es el tiempo, que por qué me metí a estudiar algo tan costoso”.
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Aura Rodríguez, mamá de Geraldine, afirma que “uno hace lo que sea por los hijos. Cuando mi hija dijo que quería ser piloto, yo le dije ‘hija, vamos a ver qué podemos hacer, qué nos inventamos, qué logramos’. Con el papá dijimos que es una carrera costosa, no es fácil, pero ella misma está dando un ejemplo”.
Mientras tanto, esta joven en Medellín sigue piloteando por cumplir su sueño.