El atentado que sufrió la joven universitaria en 2014 causó conmoción en un país donde este tipo de hechos se habían vuelto comunes.
Aunque el de Natalia no era el primero sí fue el más mediático, lo que visibilizó la laxitud de la ley en este tema. No solo eso, se evidenció también la facilidad con la que cualquier persona podía adquirir los químicos para dañar a otra persona.
Fueron varios los casos que salieron a la luz pública de, en su mayoría, mujeres desfiguradas por exparejas o enemigos que además del ataque debían lidiar con el sistema de salud y en muchos casos el rechazo de la sociedad o la dificultad para conseguir trabajo por las secuelas físicas.
Natalia no se dio por vencida, aunque tuvo que pasar por 20 cirugías y múltiples tratamientos y terapias, ella se dedicó a ayudar a otras en la misma situación. El movimiento MIRA presentó un proyecto para endurecer las penas, que antes se trataban como lesiones personales, y para restringir la venta libre de estos productos.
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En el Día de la No Violencia contra la Mujer, en noviembre, la plenaria del Senado aprobó el proyecto que pasó a sanción presidencial. La nueva ley contempla los ataques con ácidos como delitos autónomos y establece penas entre 30 y 50 años, serán agravantes ataques contra menores de edad o mujeres y los agresores no tendrán beneficios.
También se castiga a quien comercialice los productos de manera ilegal.
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Natalia Ponce de León sigue recuperándose de sus heridas y el trauma pero llena de fortaleza para ser la voz de las víctimas.