“Díganle a Adriana que ganamos”, le dijo don Ovidio a sus allegados cuando partía de este mundo. El mensaje era para su abogada con quien había dado una lucha por morir dignamente, luego de que a principio de año decidió que se sometería al procedimiento para acabar con el sufrimiento que le ocasionaba un cáncer de boca que la había sido diagnosticado en 2010.
Los dolores que lo aquejaban eran terribles y ya se le había informado que su cáncer era terminal. La ciencia solo le podía aplicar cuidados paliativos, que no eran suficientes para su sufrimiento.
En junio pidió a la Clínica de Occidente que le aplicaran el procedimiento, que había sido reglamentado por el Ministerio de Salud. Cuando ya todo estaba listo y faltando 15 minutos para iniciar el proceso, un médico decidió detenerlo.
Comenzó entonces una batalla jurídica y mediática de don Ovidio y su hijo Julio César para que él pudiera cumplir su anhelo. Pese a la oposición de ciertos sectores de la sociedad, como el procurador general, la clínica accedió.
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En todo ese tiempo, don Ovidio se mostró seguro y confiado de que lo que hacía era lo correcto. Reunió a su familia, se despidió de ellos, dejó sus cosas en regla y dio valor a aquellos que lloraban lo inevitable. Hasta bromeaba con el tema.
Finalmente, el viernes 3 de julio, don Ovidio murió como quería.
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"Hoy a las 9:33 a.m. mi papá José Ovidio González murió con dignidad, como él lo había querido. Gracias a los que me dieron su apoyo", dijo Julio César.
Su forma de morir, con la frente en alto y exigiendo sus derechos, son hoy el referente para aquellos que quieren seguir su camino.