Las postales de Instagram que publican los visitantes son un espejismo. Noticias Caracol, que quiere lo mejor para esa ciudad, le muestra la otra realidad.
La gran paradoja es que todo se ha dicho ya sobre Cartagena y, sin embargo, todo hay que volverlo a decir una y otra vez cada tanto, como un eterno círculo vicioso.
La Heroica es una ciudad sobrediagnosticada. Que lo digan las cifras: casi 270 mil personas viven la pobreza apabullante de sus suburbios. Cincuenta y cuatro de cada cien habitantes sobreviven del rebusque. El 72 por ciento de las viviendas son de estrato uno y dos. El plan de ordenamiento territorial lleva 18 años sin actualizarse. Once alcaldes en ocho años y 49 cambios en el concejo en los últimos tres. El caos institucional campea. Pero la capital de Bolívar no pierde la esperanza.
“Es una ciudad donde en todo momento se está luchando por algo. Es como un sino que nos quedó: ser luchadores, ser guerreros, no vencernos, no entregarnos, no doblegarnos. Hay un despertar y hay una esperanza”, expone Rafael Vergara Navarro, abogado y columnista.
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Su visión de optimista incorregible contrasta con el extenso catálogo de males que emboscan a diario a la ciudad, empezando por los dirigentes, que no han estado a la altura de la historia.
“La clase política, o sea la crisis son ellos”, remarca Vergara.
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William Dau Chamat promete cambiar eso. Con su discurso anticorrupción, 113 mil votos el domingo pasado lo ungieron como nuevo alcalde a partir del próximo primero de enero. Y una de las cosas que tendrá que resolver pronto son las supuestas inconsistencias en el censo.
Para el Dane, Cartagena tiene apenas 973 mil habitantes, pero distintas bases de datos oficiales conocidas por Noticias Caracol suman más de un millón de personas. ¿Cuál es el lío? Si el distrito no pasa la barrera del millón de habitantes de manera oficial, no recibe importantes recursos del orden nacional ni puede disponer del recaudo de un impuesto clave.
“Estamos hablando que la sobretasa ambiental, que son cerca de 50 mil millones de pesos, deberían ser administrada directamente por el distrito de Cartagena y no enviadas a Cardique; sería una gestión interna de la alcaldía para gestionar los cuerpos de agua y demás temas ambientales que está sufriendo enormemente”, explica María Claudia Peñas, directora de Cartagena cómo vamos.
Es decir, 50 mil millones de pesos anuales de los impuestos de los cartagenero no se pueden invertir en la ciudad y se van directamente para la Corporación Autónoma Regional del Canal de Dique, Cardique, por una razón : oficialmente la capital de Bolívar no llega al millón de habitantes.
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“Parece que existiera una perversidad, porque tú digas: ‘tiene 970 y pico de mil, pero no lo voy a dejar que llegue al millón’. Y Cartagena tiene un millón, no es sino recorrer los barrios de la ciudad”, afirma Vergara.
El problema, además, es quién controla Cardique. El alcalde electo William Dau lo dice con nombre propio: “yo, como desde hace seis meses, ya me habían informado y lo vengo diciendo públicamente… el distinguidísimo y honorable empresario Alfonso del Cristo Hilsaca es el dueño de Cardique. A mí lo que me han dicho numerosas personas es que hubo plata de por medio con el Dane para que el censo oficial aparezca por debajo de un millón de personas y así de claro lo canto”.
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Hilsaca, quien siempre ha jurado inocencia, ha sido procesado por el delito de homicidio y por sus presuntos nexos con las autodefensas. Además, ha sido protagonista de la contratación en Cardique.
Dau tiene una vieja disputa con él que ha llegado a los estrados judiciales, aunque no lo dice frente a la cámara, la pelea por el tema Cardique ya está casada. Pero antes de resolver eso, el entrante mandatario promete 15 mil millones mensuales para aliviar la pobreza extrema de la ciudad, la misma que se anida en barrios como El Boston.
Recorrimos sus calles polvorientas de la mano de Gustavo Cogollo, presidente de la junta de acción comunal. ¿Las necesidades? Todas... infraestructura, vías, energía, lo mínimo para vivir. Aunque la estrechez abunda, también el ingenio y la organización de la comunidad.
Y es que Cartagena, más allá de las murallas y las fiestas, se rebusca así misma para sobrevivir.
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