Miles caen víctimas de los químicos que se usan en agricultura. Una tragedia ecológica que un colectivo busca detener a través de un proyecto de ley.
Abdón Salazar empacó sus abejas y salió a buscar vida en otro lado, para escapar de la muerte química que ronda su vereda en Quindío.
Y es que la voz de alerta sobre la matanza de abejas en Colombia no ha parado. Siguen muriendo envenenadas.
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Abdón, líder del colectivo Abejas vivas que fue creado para defenderlas, encarna el drama de una nueva muerte en sus colmenas: ha visto morir más de 500 este año.
“Si no hay abejas no tenemos producción, no tenemos como pagarle a los bancos y tengo que desplazarme a otras zonas, donde esperamos no exista la misma cantidad de plaguicidas”, señala Salazar.
Las dramáticas imágenes siguen llegando a Noticias Caracol. Los apicultores han logrado identificar una cifra superior a 15.600 colmenas envenenadas por agroquímicos que se usan para fumigar los cultivos. Es decir un 34% de la población registrada por el colectivo.
“Estos productos atacan el sistema nervioso central de las abejas, ellas mueren por desorientación, las abejas no regresan, pierden la memoria”, explica el apicultor.
Y el mapa del desastre ecológico sin control está en aumento.
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Es por eso que Abdón decidió guardar las máquinas que inventó para procesar miel de alta calidad. Las dejó en un rincón, también deja a su familia, se va de su tierra... expulsado. Es una mudanza que quiso evitar pero no pudo.
“Esto es un desplazamiento forzado y uno se ve obligado a irse o sino voy a desaparecer como apicultor y económicamente la afectación es muy grande”, dice con tristeza.
Con la ayuda de otros apicultores vecinos se lleva en el camión sus 160 colmenas, equivalentes a unas 80 mil abejas, todo su patrimonio.
Este líder apicultor tuvo tiempo para reunir a más criadores en Villa Natalia, corregimiento El Caimo en Quindío, para dar origen al borrador del primer proyecto de ley que busca proteger a estos maravillosos polinizadores.
Una iniciativa que tuvo eco en el representante a la cámara Didier Burgos.
“Si no hay polinizadores no hay comida, y si no hay comida, no hay seguridad alimentaria y si no hay seguridad alimentaria no hay vida. Este es un proyecto que no pretende defender a los apicultores sino defender justamente la vida de los colombianos”, señala el representante.
La propuesta busca ponerle lupa al uso de herbicidas que se están usando en cultivos con un mínimo de control.
Abdón sale con su trasteo. Su destino, un oasis en la selva, anclado en los Llanos Orientales, con un aire más puro donde anidar sus polinizadores, y así, evitar el que podría llegar a ser el último vuelo de las abejas en esta parte del mundo.
Updated: octubre 25, 2017 07:35 p. m.