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En 2011, la desaparición de Karen Tatiana Rojas Gil, de 11 años, conmocionó a Fusagasugá, Cundinamarca. Vecinos y autoridades emprendieron una intensa búsqueda que terminó con el hallazgo de su cuerpo en una zona boscosa, con evidentes signos de violencia y tortura. ¿Qué ocurrió? El Rastro investigó.
Karen Tatiana nació en el año 2000. Pocos años después quedó huérfana y fue acogida por su abuela en una humilde vivienda de Fusagasugá. Su infancia estuvo marcada por carencias materiales, ausencia de acompañamiento y una constante sensación de abandono. Según el testimonio de vecinos, pasaba gran parte del tiempo sola y deambulando por las calles. Vivía con su abuela y sus hermanos, pero el entorno familiar tampoco le ofrecía estabilidad.
“La niña iba a los establecimientos a pedir plata para poder ir a comprar aretes de fantasía, dulces y cualquier cosa que ella se antojara”, reveló Sandra Gámez, investigadora de la Sijín.
Un día, una de sus hermanas llevó a la casa a su pareja, Javier Baquero, un maestro de construcción. Para la abuela de Karen, la llegada del joven representó un apoyo económico, razón por la cual aceptó que se quedara a vivir con la familia.
Karen salió de su casa el 15 de enero de ese año y nunca regresó. Con el paso de las horas, la preocupación de su familia y vecinos comenzó a crecer. “Yo ya decía que algo malo le había pasado, porque ella sabía mi número de memoria, el de mi mami. Ella nunca se perdía”, dijo Angélica Gil, prima de la menor.
Durante toda la noche y hasta el amanecer, familiares y vecinos recorrieron los alrededores del barrio en busca de la niña, pero no lograron encontrarla.
Dos días después de la desaparición, las autoridades comenzaron a reconstruir el recorrido de Karen. Las pistas apuntaban a un hombre identificado como Jhon Amaya, conocido como 'El Enchapador', quien, según testigos, había sido visto por última vez con la joven.
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La búsqueda condujo a los investigadores hasta una zona boscosa, donde encontraron parte de la ropa de la niña y, a pocos metros, hallaron su cuerpo sin vida.
El informe forense fue estremecedor: el cuerpo presentaba evidentes signos de agresión sexual y estrangulamiento. Según el dictamen, la menor había sido víctima de tortura y violencia antes de morir. Los investigadores recopilaron las pruebas para cotejar el ADN y así identificar a los responsables de este atroz crimen. “Una niña de apenas 11 años que aparece asesinada y con signos de abuso sexual. Era una noticia de connotación y, sobre todo, la sociedad de Fusagasugá estaba muy conmovida”, afirmó el fiscal Juan Carlos Rosales.
El sospechoso había huido, pero tras diez días de seguimiento, la Policía logró capturar a Jhon Amaya en Bogotá. El hombre aceptó haber violado y asesinado a la menor, y además entregó su propia versión de los hechos.
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En sus declaraciones reveló que no había actuado solo ni por iniciativa propia. Según los investigadores, detrás del brutal ataque estaba alguien cercano: Javier Baquero, la pareja de la hermana de Karen, quien habría planeado el crimen.
De acuerdo con su testimonio, Baquero abusaba de la niña a cambio de dinero y esta situación habría desencadenado el fatídico caso. “Él me ofreció dinero, y, como yo estaba borracho, pues yo acepté...Me daba $100 mil para desaparecer la niña y yo la embarré”, reveló Jhon Amaya, en entrevista con El Rastro.
El 26 de enero, el mismo día en que Jhon Amaya confesó, el fiscal Juan Carlos Rosales ordenó la captura de Javier Baquero, señalado como el autor intelectual del homicidio de Karen.
Según las autoridades, el sujeto habría orquestado el crimen y contrató a Jhon Amaya para que ejecutara el asesinato. Debido a la magnitud de los hechos, el juez condenó a Jhon Amaya a 45 años y 8 meses de prisión. Misma pena que le imputaron a Javier Baquero por ser el autor intelectual del crimen contra Karen Tatiana Rojas.
El asesinato de Karen Tatiana, de 11 años, dejó una profunda huella de dolor en los habitantes de Fusagasugá. Su abuela, quien la crio desde pequeña, carga no solo con la pérdida de su nieta, sino también con el peso de haber convivido bajo el mismo techo con el hombre que habría ordenado su asesinato.
“A mí me hace mucha falta. Inclusive, yo quisiera que todo se pudiera remediar. La niña no tenía por qué haber sufrido de esa manera”, expresó la abuela entre lágrimas.