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La historia de las gemelas Gabi y Ema Espinosa es un relato de resiliencia y una unión inquebrantable. Criadas en el barrio Villa Helena de Ciudad Bolívar, en Bogotá, su camino hacia la identidad ha estado marcado por la discriminación, la violencia y una profunda búsqueda personal que las llevó a enfrentar sus miedos y los prejuicios de la sociedad. Su proceso, el cual contaron en Los Informantes, tuvo un punto de inflexión determinante durante la adolescencia, cuando su madre, al enterarse de que les gustaban los hombres, tomó una decisión impensada.
Desde muy niñas, Gabi y Ema sintieron que no encajaban en el rol de género que se les había asignado. "Nosotras siempre fuimos muy afeminadas, a veces como que nos molestaban", recuerda Ema sobre su infancia, una época en la que la violencia y la traición eran parte de su cotidianidad. Esta vulnerabilidad se vio agravada por la desaparición de su padre cuando tenían apenas ocho años, un suceso que dejó a su madre como única responsable de la crianza.
A los 12 años, la conexión entre ellas les permitió dar un paso fundamental. No solo se confesaron mutuamente que no sentían atracción por las mujeres, sino que también compartieron un anhelo más profundo. "Nos confesamos que nos atraía las cosas femeninas, que nos gusta ser mujeres", revelaron. Este deseo era tan intenso que las llevó a buscar soluciones en la espiritualidad y la fe. "Durábamos una o dos horas, nos arrodillábamos enfrente de la pared y comenzábamos a orar y rezar, y le pedíamos a Dios o a los santos que nos volvieran mujeres. Todos los días", contó Ema. Incluso buscaron rituales y hechizos en internet con la esperanza de despertar un día transformadas en quienes realmente sentían que eran.
A medida que disimular se hacía más difícil, la confrontación con su familia se volvió inevitable. Su madre y su hermana mayor decidieron hablar directamente con ellas. "Mi mamá y mi hermana nos cogen y nos preguntan en la sala y nos dicen que les dijéramos la verdad, que a si a nosotros nos gustaban los hombres, y nosotros les decimos y pues ellas se ponen muy mal", relataron las gemelas en Los Informantes.
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La reacción inicial de su madre fue de confusión y preocupación, llevándola a buscar ayuda profesional bajo la creencia de que podía haber algo que "corregir". "Mi mamá nos lleva a psicólogo para tratar de cambiar", recordaron sobre ese momento crucial. Sin embargo, lo que pudo ser una experiencia traumática se convirtió en un inesperado giro de suerte. La terapeuta a la que acudieron les explicó que no había nada malo en ellas y que su orientación era perfectamente normal. Este fue el primer paso para que su madre comenzara un proceso de aceptación.
Años después, Gabi, sintiéndose sola y sin encajar, atravesó una profunda crisis que la llevó a un intento de suicidio. Fue en ese punto de quiebre cuando encontró un video en YouTube de una mujer trans mexicana documentando su transición. "Cada relato, cada historia que contaban ahí, yo decía como: 'Ah, esto me pasó a mí'", explicó Gabi sobre cómo encontró respuestas y luego acudió a grupos de apoyo. "Terminé saliendo de ese grupo de apoyo y diciendo: 'Sí, soy una mujer trans'".
Esa revelación, dice Gabi, le salvó la vida. "Yo tenía una tristeza grande, nunca sabía por qué, tenía un vacío por dentro y cuando me di cuenta era eso, yo le estaba huyendo a mi realidad, que era ser mujer", confesó. Armada con esta nueva certeza, habló con su madre, cuya respuesta fue un pilar fundamental en su proceso. "Amor, la decisión que tú tomes, yo voy a estar ahí para apoyar", le dijo su madre, añadiendo una frase que Gabi interpreta como una elección de vida: "Ella como que también prefiere tener una hija viva y trans a un hijo muerto".
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Gabi invitó a Ema a unirse a ella en el camino de la transición. Aunque al principio Ema dudó, una revelación personal la hizo cambiar de opinión. "Salí del baño y le dije a Gabriela como: 'Amor, yo quiero transitar contigo'", y desde ese momento, su transición se convirtió en una experiencia compartida. "Nuestra transición es compartida, por eso nos gusta vestirnos igual, queremos tener las mismas operaciones, queremos como lo mismo porque no queremos perder eso de vernos iguales", explicaron en Los Informantes.
Este proceso, sin embargo, las ha enfrentado a un sistema de salud que a menudo las violenta y desconoce sus necesidades. En Colombia, aunque la ley establece que las EPS deben acompañar los procesos de transición, las gemelas han experimentado de primera mano la falta de preparación y empatía de muchos profesionales. "Muchas veces te atienden pasantes (...) te morbosean, te miran raro", comentaron. Además, señalan que han llegado a consultas donde el médico general admite no saber cómo proceder. "El médico general me dijo: 'No sé cómo es'. Por eso nosotras tenemos que llevarles la ruta de cómo ellos deben de guiarnos", afirmaron.
La terminología médica también ha sido una fuente de violencia. Términos como "incongruencia de género", que reemplazó el de "disforia de género", las hacen sentir como si estuvieran equivocadas. "Nosotras no somos incongruentes y no es ninguna enfermedad", sentenciaron. Han tenido que educar a sus propios endocrinólogos sobre lo que implica ser una persona trans. "Hemos tenido citas médicas donde yo entro y casi que me quitan toda mi ropa y hay 10 personas literalmente en mi cita médica", relató Gabi sobre las humillaciones vividas.
Las barreras no se limitan al ámbito médico. En el terreno laboral, han sido rechazadas explícitamente por su identidad de género. "Íbamos a entrevistas como de marcas de ropa en donde veíamos que entraban personas muy femeninas, pero nosotras no por ser mujeres trans y nos rechazaban", contó Gabi. A Ema le negaron un empleo en un call center con la excusa de que sus documentos de bachillerato tenían sus nombres anteriores, a pesar de tener toda su documentación legal actualizada.
Por estas y otras razones, apoyan activamente la Ley Integral Trans, un proyecto legislativo que busca garantizar derechos fundamentales como la salud integral, la vivienda, la educación y el respeto al nombre identitario, aspectos históricamente negados a esta población.
Pese a las cifras alarmantes de violencia —en 2023, 361 personas trans fueron asesinadas en Colombia, casi una por día— y a que la tasa de desocupación laboral de la comunidad LGBTQ+ sigue siendo superior a la del resto de la población, Gabi y Ema tienen claro que tomaron el único camino posible para ser felices. Su historia es un poderoso testimonio de cómo el apoyo familiar, aunque inicialmente dubitativo, puede convertirse en la fuerza necesaria para enfrentar un mundo que aún tiene mucho que aprender sobre la diversidad, la identidad y el respeto.