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En Colombia, los casos de desapariciones y asesinatos de niños no solo conmocionan por la brutalidad de los hechos, sino también por las profundas heridas que dejan en comunidades enteras. El Rastro conoció dos historias impactantes: la desaparición de Jackeline Velasco, una niña de 10 años en Cali, y el asesinato de Sebastián Castillo, de 6 años, en el Quindío.
El 7 de septiembre de 2012, la vida de la familia Velasco cambió para siempre por la desaparición de Jackeline Velasco, una niña de 10 años. Su madre Floralba Martínez, al llegar a casa después del trabajo, se percató que su hija no estaba.
"Es un dolor tan grande, yo no se lo deseo a nadie", contó Floralba entre lágrimas a El Rastro. Tras una intensa búsqueda y a pesar de los esfuerzos de la Policía, no se encontró rastro de la menor durante las primeras horas.
Antes de desaparecer, Jackeline Velasco le pidió permiso a su papá para salir a llamar a su hermana. Desde ese momento no se volvió a saber de su paradero. La primera hipótesis de las autoridades apuntaba a que tal vez se había escapado con algún “noviecito”. Sin embargo, esa versión se descartó cuando un testigo clave aseguró haberla visto subir a una camioneta conducida por un vecino.
Las autoridades indagaron entre familiares y amigos cercanos en busca de alguien que tuviera una camioneta gris de doble cabina. Pronto apareció un nombre: Óscar Eduardo Cadavid, esposo de una tía de la menor. Aunque al principio negó haber visto a Jackeline el día de su desaparición, más tarde admitió que había estado con ella y aseguró que la había dejado en su casa.
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Los registros de su celular ubicaban a Óscar en las afueras de Cali después de las 4 de la tarde, justo a la hora en que desapareció la niña. Dentro de su camioneta también se encontraron cabellos que coincidían con los de Jackeline.
Además, Óscar aseguró que ese día se había encontrado con un amigo en un centro comercial. El testigo confirmó el encuentro, pero aseguró que lo había acompañado a lavar la camioneta porque, según dijo, estaba sucia y llena de barro.
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El 1 de abril de 2014, la familia Velasco recibió una llamada devastadora: en un sector de Cali habían sido hallados restos óseos que, tras los análisis forenses, fueron identificados como los de Jackeline.
Con el material probatorio presentado por la Fiscalía se demostró que Óscar, tío político de Jackeline, la llevó con engaños en su vehículo y que la niña nunca regresó a casa. También se corroboró que Óscar había salido recientemente de prisión, tras cumplir una condena por tentativa de homicidio.
En 2017, Óscar Eduardo Cadavid fue condenado a 43 años y 4 meses de prisión por el delito de desaparición forzada agravada de Jackeline Velasco Martínez. Nunca aceptó su responsabilidad ni colaboró con la justicia para esclarecer lo ocurrido.
Un vecino de la zona encontró el cuerpo sin vida de Juan Sebastián Castillo, de 6 años, en el río Quindío. El pequeño presentaba señales de violencia, un hecho que estremeció a la comunidad y destrozó por completo a su familia, en especial a su abuela materna.
Los hechos ocurrieron en noviembre de 2013. Tras el hallazgo del cuerpo del menor, la gran pregunta era el paradero de su madre, Liliana Gordillo, de 24 años, quien también estaba desaparecida.
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Cristina Serpa, abuela del niño, descartaba por completo que su hija hubiese podido atentar contra la vida de Sebastián. Por el contrario, estaba convencida de que algo grave le había sucedido a ambos.
Entre los principales sospechosos estaba Arturo Castillo, la expareja de Liliana y padre del niño, con quien había terminado la relación en malos términos. La familia de la víctima aseguraba que él ejercía violencia verbal y física contra ella.
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Una vecina contó a las autoridades que, días antes de la desaparición de Liliana y su hijo Sebastián, había visto a la joven madre en compañía de un muchacho. El joven fue identificado como Jhonny Alejandro Montoya, un campesino de 21 años.
Jhonny se presentó a declarar y reconoció que conocía a Liliana, pero negó rotundamente que ambos tuvieran una relación sentimental. Además, afirmó que la última vez que la había visto había sido diez días antes de la desaparición.
Sin embargo, tras una ardua investigación y la revisión de cámaras de seguridad, las autoridades confirmaron que Liliana sí había estado en compañía de Jhonny Alejandro, junto a su hijo Sebastián, el día de los hechos.
El joven fue confrontado con los videos y testimonios que contradecían su versión inicial, y finalmente terminó aceptando su responsabilidad. Confesó que había asesinado a Liliana y que, tras agredir con un machete en la cabeza al pequeño Sebastián, de 6 años, también le había quitado la vida.
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Jhonny Alejandro Montoya fue condenado a 40 años de prisión y cumple su pena en la cárcel de Calarcá, Quindío. Ante las cámaras de El Rastro, aseguró que no había actuado solo en el doble homicidio, sino que otra persona también había participado en los hechos. Sin embargo, las autoridades nunca confirmaron esta versión.