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Hablar de masturbación sigue siendo un tema incómodo en muchos espacios, pese a que la ciencia y la sexología han desmentido los mitos que por siglos la rodearon. Ideas como que podía causar ceguera, esterilidad o incluso la muerte fueron sembradas por discursos moralistas y represivos, pero aún hoy generan culpa o silencios innecesarios.
Para profundizar en este tema, Laurent Marchal Bertrand, psicólogo y sexólogo clínico colombiano con formación en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), explica cómo entender la masturbación desde una perspectiva científica y saludable. Marchal, docente y supervisor en la Fundación Universitaria Konrad Lorenz y colaborador en universidades como El Bosque, la Javeriana y La Sabana, lleva años acompañando a personas y parejas en procesos clínicos relacionados con la vida erótica, el deseo y la intimidad.
De acuerdo con Marchal, la masturbación es una de las prácticas más seguras para explorar la sexualidad. “Nos permite conocernos, descubrir qué nos gusta, reconocer nuestras zonas erógenas y, además, aporta beneficios comprobados: reduce el estrés, mejora el sueño, fortalece la autoestima sexual y puede ser útil en la prevención de ciertas disfunciones”, afirma.
En el caso de los hombres, investigaciones sugieren que contribuye a reducir el riesgo de disfunción eréctil en la adultez. Para las mujeres, ayuda a mantener la lubricación y la respuesta erótica, incluso después de la menopausia.
Sin embargo, la pregunta más común persiste: ¿cuándo puede hablarse de “demasiada” masturbación? El experto aclara que no existe un número universal de veces que defina si es buena o mala. El criterio clave no es la frecuencia, sino el impacto en la vida cotidiana.
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“Se vuelve problemática cuando es la única fuente de placer, cuando interfiere con la relación de pareja, con el trabajo, los estudios o la vida social. También cuando se usa de forma compulsiva para evitar emociones difíciles. En esos casos, más que placer, puede generar aislamiento y malestar”, explica Marchal.
Otro punto crucial es el vínculo entre masturbación y consumo de pornografía. Para el especialista, el problema no está en usar este recurso, sino en depender exclusivamente de él para excitarse. “Cuando la pornografía es la única fuente de estímulo, aparecen riesgos: expectativas irreales, necesidad de estímulos cada vez más extremos, o dificultades como la falta de erección o la pérdida de interés en la vida sexual en pareja”.
De hecho, en la Fundación Universitaria Konrad Lorenz se adelanta una investigación que evalúa cómo el uso problemático de pornografía puede afectar el funcionamiento sexual, lo que confirma que es un tema vigente en la agenda clínica y académica. Más que contar cuántas veces se masturba una persona, Marchal invita a hacerse preguntas de fondo: ¿cómo me siento después de hacerlo?, ¿me da bienestar o me genera culpa?, ¿interfiere con mi vida diaria o me permite vivirla mejor?
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“La masturbación es una herramienta poderosa para el autoconocimiento y la conexión con el cuerpo. No se trata de satanizarla ni de ponerle un cronómetro, sino de integrarla de manera equilibrada a una sexualidad libre y plena”, concluye.
LAURA CAMILA RAMOS CONDE
NOTICIAS CARACOL