El interés por comprender aspectos cruciales relacionados con la muerte ha suscitado diversas preguntas, en especial aquellas que indagan acerca del último sentido que se pierde o lo que una persona es capaz de reconocer en sus momentos finales.
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Esta incertidumbre ha llevado a que se realicen estudios científicos en un esfuerzo por arrojar luz sobre estos procesos. En este contexto, se destaca un estudio recientemente publicado en la revista científica Scientific Reports, en el cual se llevó a cabo un análisis exhaustivo de electroencefalografías (EEG).
Este estudio tuvo como objetivo principal verificar la actividad cerebral en estados de inconsciencia de pacientes que se encontraban en las últimas horas de su vida. El equipo de investigación se centró en la recopilación de datos de personas en situaciones terminales, utilizando el EEG como herramienta fundamental para observar los patrones de actividad eléctrica en su cabeza durante los momentos previos a la muerte.
¿Cuál es el último sentido que se pierde al morir?
A través del uso de encefalogramas, instrumentos empleados para medir la actividad eléctrica del cerebro, se observaron respuestas ante estímulos generados alrededor de pacientes, revelando reacciones particulares al exponerlos a un patrón de tonos específico.
Este análisis comparativo involucró a individuos inconscientes y en sus últimas horas de vida en el hospital St John Hospice de Vancouver, Canadá. En este contexto, los medios señalaron que los sonidos emitidos durante la prueba eran MMN, P3a y P3b, indicando que el cerebro reconocía vibraciones distintas a las habituales. De esta manera, se pudo concluir que, de los cinco sentidos humanos, el oído es el último en perderse.
No obstante, los resultados revelaron que muchos pacientes, a pesar de no responder al estímulo, presentaban respuestas P3a o P3b cuando se producía un cambio en el tono o el patrón. Esto sugiere que, incluso en las etapas cercanas a la muerte, el sistema auditivo mantiene resultados similares a los de una persona sana.
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Esta conexión entre el cerebro y el sentido del oído adquiere una relevancia fundamental. En el año 2017, el doctor, Sam Parnia, de la Universidad de Nueva York, observó que numerosos pacientes que habían experimentado situaciones cercanas a la muerte después de un infarto mantenían una mínima actividad cerebral incluso después de que el cuerpo se encontraba clínicamente muerto.
El doctor sostiene la perspectiva de que la muerte es un proceso continuo y no únicamente repentino. Mientras que la respiración cesa y el corazón deja de latir, la actividad cerebral persiste al menos durante 3 minutos, según las observaciones de Parnia.
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