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La creadora de contenido Anastasiia Tselishcheva, más conocida como “Más que una rusa”, volvió a captar la atención de sus seguidores tras publicar un video sobre una curiosa experiencia en Bogotá. La joven, que suele compartir recorridos por diferentes barrios de la capital, decidió esta vez explorar la localidad de Fontibón, donde terminó caminando sin rumbo fijo durante varias horas.
“Hoy fui a la Zona Franca y decidí salir por acá. Pasé por un humedal muy bonito y salí por aquí. La verdad, no tengo ni idea por dónde voy a salir, pero, pues, estoy aquí”, contó en medio de la grabación mientras mostraba algunos de los paisajes del sector.
Aunque la experiencia le resultó agradable, Anastasiia reconoció que en un punto comenzó a preocuparse, pues no sabía con certeza dónde se encontraba. “Ojalá que todavía siga en Fontibón porque, según yo, me alejé mucho”, comentó entre risas. Finalmente, logró ubicar una carretera que la condujo hasta la Avenida Centenario, zona que sí le resultaba familiar por ser cercana al parque donde suele salir a correr cada mañana.
El clip, publicado en su cuenta de Instagram, generó una ola de comentarios entre los usuarios. Muchos le recomendaron mayor precaución, recordándole que no todos los lugares de la ciudad son seguros para recorrer sola.
“Jamás vuelvas a salir sola en lugares desolados, estás arriesgándote”, escribió un internauta, mientras otro comentó: “No dar papaya. Uno de los mandamientos del colombiano”.
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Otros, en cambio, tomaron la anécdota con humor. “Es rusa, a ella el miedo le tiene miedo”, bromeó un usuario, destacando la osadía de la creadora al caminar con el celular en la mano por calles poco concurridas.
El episodio dejó en evidencia el contraste cultural: mientras Anastasiia disfruta de descubrir la ciudad a pie, muchos de sus seguidores le recuerdan que en Bogotá, a diferencia de su país natal, hay sectores donde conviene extremar las medidas de seguridad.
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Lo cierto es que, más allá de haberse perdido por un rato, la influencer terminó encontrando una nueva ruta y compartiendo con sus seguidores otra mirada de Fontibón, aunque no exenta de advertencias y llamados a la prudencia.
Para quienes visitan Bogotá, la primera clave para orientarse está en la geografía misma: los cerros orientales. Son visibles desde casi cualquier punto de la ciudad y funcionan como brújula natural. Si los tiene de frente, está mirando hacia el oriente.
Con esa referencia, entender la nomenclatura se vuelve más sencillo. Las carreras son las vías que corren de norte a sur y son paralelas a los cerros; mientras que las calles cruzan la ciudad de oriente a occidente, es decir, son perpendiculares a los cerros.
Otra forma práctica de ubicarse es memorizar algunas de las vías principales: la Carrera Séptima, la Carrera 30, la Avenida 68 y la Calle 26, todas identificadas por números. A estas se suman avenidas con nombre propio que todo bogotano reconoce, como la Avenida Boyacá, la Caracas, la Autopista Norte, la Autopista Sur, la Avenida de las Américas y la Primero de Mayo.
Este sistema, que hoy parece natural en la ciudad, comenzó a usarse a finales del siglo XIX. Según el escritor Moisés de la Rosa en Calles de Santafé y Bogotá (1938), la nomenclatura moderna se inspiró en el modelo de Manhattan, en Nueva York.
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