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Cada 10 de septiembre, el mundo conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha establecida por la Organización Mundial de la Salud en 2003 para sensibilizar sobre una problemática que afecta a millones de familias. Los Informantes conocieron el conmovedor relato de María Emma Martínez, una madre y psicóloga que tuvo que enfrentar el suicidio de su hijo Daniel de solo 17 años y cómo transformó su dolor en esperanza.
Psicóloga de profesión y madre de dos hijos, María Emma ha dedicado su vida a acompañar el sufrimiento ajeno. Sin embargo, el 22 de agosto de 2014, su mundo se vino abajo cuando su hijo mayor, Daniel, de 17 años, se quitó la vida. Ese día, su vocación, sus creencias y su fortaleza fueron puestas a prueba como nunca.
“En ese momento, llegaron una cuñada y un sobrino por mí. Arrancamos hacia el hospital y, cuando llegamos, Daniel ya no estaba. Entré a la habitación donde lo tenían, le cerré los ojitos, le tomé la mano y le dije: ‘Esta fue tu decisión, vete en paz que nosotros vamos a estar bien’”, recordó María Emma sobre aquel triste día.
Daniel vivía con su mamá y su hermana Sofía en Sabaneta, Antioquia. Aunque parecía feliz, salía con sus amigos y disfrutaba de sus actividades favoritas, llevaba un tiempo lidiando una sombra que lo consumía. “El día anterior, la perrita que él tenía en casa empezó a ladrar. Me desperté y vi a Dani en el balcón consumiendo. Lo regañé… Al día siguiente él se iba para el colegio. Yo no pensaba despedirme porque seguía muy enojada, pero en la puerta le dije: ‘Hijo, independientemente de lo que esté pasando, quiero que recuerdes que te amo profundamente’”, relató sobre la última vez que lo vio con vida.
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“Dani, a sus 15 años, empezó a mostrar una profunda melancolía. La melancolía y la depresión tienen similitudes, pero también diferencias. A él se le dispara más cuando comenzó a consumir”, explicó María Emma.
La madrugada del 22 de agosto, Daniel regresó al edificio y entró al ascensor. Mientras tanto, su madre seguía con su rutina habitual, hasta que sintió un frío inexplicable. A los pocos segundos, el portero del edificio le avisó que Daniel había caído desde el piso 20.
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La historia de María Emma no comienza con la muerte de su hijo. Desde muy pequeña, ha tenido que enfrentar el duelo en distintas formas. Su padre fue asesinado frente a ella y sus hermanos. Cuatro años después, su madre falleció de cáncer. “A los 8 años, mi mamá falleció, quedando huérfana de padres y viviendo con mi padrastro”, relató.
Bajo su custodia vivió momentos muy dolorosos. “Sufrí abuso sexual por parte de mi padrastro en mi infancia después de la muerte de mi mamá. Fue abuso sexual, no violación. Él decía que yo era su hija, su mejor amiga y su amante”. A los 15 años, su padrastro fue asesinado.
Luego encontró refugio en su hermano, su cuñada y su sobrina Camila. Con el tiempo, Camila se convirtió en prácticamente su hermana. “Camila era el alma de la fiesta y, cuando se quitó la vida, fue un impacto grandísimo. Fue muy fuerte para todos… Ella tenía todo para ser feliz, pero la depresión es una enfermedad”, dijo.
Después de la muerte de Camila, María Emma se preguntó una y otra vez cómo, siendo psicóloga y tan cercana a ella, no logró ver las señales. Esa culpa la acompañó durante mucho tiempo. “Después de que Camila se quitó la vida, tuve una conversación con Daniel. Le pedí que nunca hiciera algo similar. Me respondió: ‘¿Cómo se te ocurre?’”. Cuatro meses después, Daniel tomó la misma decisión.
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“El colmo para un psicólogo es que su hijo se suicide. ¿Cómo continuó siendo mamá? Porque te sientes fracasada, mala madre, insuficiente”, recordó con dolor.
Han pasado más de diez años desde la muerte de Daniel y Camila, pero las preguntas siguen en su mente. “¿Qué pude haber hecho diferente? ¿Por qué no lo noté a tiempo? ¿Por qué lo hizo?”, se cuestionó. Y aunque no siempre hay respuestas, ha aprendido a mirar esas dudas sin culpa.
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“Yo acepto la decisión de Dani, aunque no esté de acuerdo con ella. Pero la acepto, y eso es lo que me ha permitido, hoy, ser una mujer feliz, a pesar de todo”, agregó.
Se repite a sí misma que “todo tiene un para qué” y que, como madre, ha comprendido que “no fue su culpa”.
Hoy, María Emma dedica su vida a acompañar a otros en sus procesos de duelo. Su experiencia, marcada por el dolor más profundo, le ha dado una sensibilidad para entender el sufrimiento ajeno. No habla desde la teoría, sino desde su propia vivencia.
Su testimonio es una invitación a mirar el duelo con otros ojos. A entender que no hay fórmulas mágicas, que el dolor no desaparece, pero puede transformarse.
En Colombia, según cifras de Medicina Legal, 2.984 personas se quitaron la vida en 2024. La Organización Mundial de la Salud advierte que el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años en el mundo.