Su familia, una de muy buena posición económica en Cali, pecó por omisión de su realidad, prefiere no hablar de ellos, pero deja entredicho que no supieran lo que sucedía durante esos años.
“A mí me preocupaba mucho que mis muñecas supieran lo que mi papá me iba a hacer. Les ponía vendas para que no vieran. Cuando pasaba me iba corriendo para el baño a esconderme debajo del lavamanos o en la ducha”, dice Couper.
“Yo miraba las ventanas. Se convirtieron en mi escape, mi salvación. Yo me imaginaba que mientras eso sucedía yo estaba yéndome por esa ventana con otros niños para el parque. Yo no gritaba. Yo me sentía vulnerable. Tal vez si alguien me hubiese hablado del abuso sexual… Cuando cumplí 20 años, eso sí era puños y patadas. No me dejaba”, recuerda.
En Colombia, cada 22 minutos en Colombia, se registra un caso de abuso de menores y tres de cada cuatro víctimas son niñas, en su mayoría, el abusador es un conocido.
Publicidad
“Ay, no llore mija, puje pues”: el canto de las parteras del Pacífico colombiano “Ay, no llore mija, puje pues”: el canto de las parteras del Pacífico colombiano Blanca Huertas, cual mariposa monarca en el Museo de Historia Natural de Londres