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Coronavirus acabó con la vida de 13 monjas de un mismo convento

Doce murieron en un mes y otra falleció después, por los efectos del COVID-19. Por lo menos 17 más que se infectaron aún luchan contra las secuelas del virus.

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Foto de referencia
AFP

Un convento en Michigan, EE. UU., intenta reponerse a la pandemia, ya que 13 monjas murieron de coronavirus.

El lugar fue el hogar de 800 hermanas en los años sesenta y antes de que empezara la pandemia albergaba a 65.

Al iniciar el confinamiento, las religiosas impusieron restricciones y prohibieron visitas, compras y actividades grupales. Tampoco había misa, solo servicios de comunión, que luego fueron cancelados.

Sin embargo, se mantuvo el personal esencial en el convento, incluidas enfermeras, auxiliares de enfermería y trabajadores del comedor. Algunos de ellos empezaron a contagiarse.

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Esos primeros casos fueron “como un incendio forestal”, dijo una de las hermanas al Global Sisters Report.

La primera religiosa en morir fue Mary Luiza Wawrzyniak, de 99 años, el Viernes Santo.

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Otras cuatro hermanas fallecieron esa primera semana: Celine Marie Lesinski, de 92 años; Mary Estelle Printz, de 95; Thomas Marie Wadowski, de 73, y Mary Patricia Pyszynski, de 93.

Por el aislamiento, la comunidad se iba enterando de los decesos por el intercomunicador, durante los anuncios.

Algunas estuvieron tan mal por el coronavirus que rezaban “para que el Señor me llevara, tenía mucho dolor".

Luego murieron tres hermanas en tres días: Mary Clarence Borkoski, de 83; Rose Mary Wolak, de 86, y Mary Janice Zolkowski, de 86.

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A finales de abril fallecieron las hermanas Mary Alice Ann Gradowski, de 73 años; Victoria Marie Indyk, de 69, y Mary Martinez Rozek, de 87.

Sor Mary Madeleine Dolan, de 82, murió exactamente un mes después de la hermana Luiza.

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La hermana Mary Danatha Suchyta, de 98 años, que sobrevivió a la enfermedad, murió a causa de los efectos del coronavirus el 27 de junio.

"Todas tenemos estrés postraumático", afirmó la religiosa Noel Marie Gabriel.

"No es un síndrome de estrés postraumático en toda regla, pero hay algunos indicios de ello. La gente no ha podido llorar por la urgencia de superarlo. Ahora tenemos malos sueños, mucha ansiedad, angustia emocional", afirmó.

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