Paleontólogos del Museo de Historia Natural trabajan en 200 de estas reliquias, halladas junto al río Las Minas, al norte de San Salvador.
Daniel Alvarenga se emociona al sostener en sus manos una piedra blanquecina con la impronta fósil de un pez de hace 2,5 millones de años, desenterrada en El Salvador junto con otras 200 que permitirán revelar misterios de la fauna, la flora y el clima de entonces.
En su taller de conservación en el Museo de Historia Natural, ubicado en las instalaciones de un popular y forestado parque de diversiones en San Salvador, este paleontólogo de 32 años se dedica junto a algunos colegas a estudiar las muestras de las huellas fósiles.
Las improntas fueron halladas en recientes excavaciones que especialistas del museo efectuaron junto al poco caudaloso río Las Minas, en El Paraíso, una localidad del departamento de Chalatenango, 64 km al norte de la capital.
Publicidad
"Ha sido un gran descubrimiento", asegura Alvarenga, quien cuenta que ahora le sigue "una tarea ardua pero emocionante": el trabajo de conservación de cada pieza.
"Hay improntas de hojas, peces, frutos, y hemos encontrado flores, aunque muy pocas, y algunas semillas", sostiene el paleontólogo enfundado en una bata gris mientras observa detenidamente parte de las huellas con un microscopio.
Publicidad
Sobre la mesa de trabajo de madera destaca la impronta fósil de un pez de unos doce centímetros en la que, a simple vista, se notan las marcas de las escamas grabadas en la roca porosa blanca.
En el lugar donde fue encontrado el depósito paleontológico existía un cuerpo de agua, al parecer una laguna localizada entre montañas, y las especies quedaron en el sedimento del fondo cuando esta desapareció, explicó el especialista.
¿Cómo eran el clima y las especies?
Preparar cada una de las más de 200 piezas paleontológicas para su estudio no es fácil y eso lo sabe el restaurador Ernesto Novoa, de 43 años, quien tiene a su cargo la labor.
Publicidad
"Es una tarea larga y de mucha paciencia preparar una pieza para el trabajo de identificación, hay que considerar factores como humedad y temperatura que producen cambios físicos en las muestras", comenta a la AFP.
Con ayuda de una lupa y un instrumento con una punta muy fina que produce vibración, Novoa quita capas de material rocoso y muy poroso que rodea a cada impronta. La idea es dejar lo más expuesta posible la muestra, cuya preservación se logra después con ayuda de algunos químicos.
Publicidad
Con las muestras se hará una especie de comparación de características morfológicas que ayudará a determinar si peces de hace 2,5 millones de años guardan alguna relación con los que existen actualmente.
"Si se logra establecer esa relación del antes con lo actual, no solo en animales sino en plantas, será un importante hallazgo pues nos dirá si hay especies que han logrado sobrevivir al tiempo y si han tenido alguna característica evolutiva", sostiene el paleontólogo.
Para la tarea de clasificación taxonómica de los ejemplares fósiles encontrados, que podría durar al menos dos años, el museo se apoyará en especialistas paleontólogos extranjeros e ictiólogos (especialistas en peces) locales.
Continuar escarbando
Publicidad
"El mayor legado de un sitio paleontológico como este es poder comprender cómo ha sido el clima, cómo era en aquel entonces, cómo han sido los cambios climáticos. Podemos extrapolar para comparar con la actualidad", explica Alvarenga.
El de El Paraíso se suma a los 49 depósitos paleontológicos que se han identificado en El Salvador, de los cuales una quincena han sido excavados en los últimos años.
Publicidad
Entre ellos destaca el sitio denominado Tomayate, en la periferia norte de San Salvador, donde se han recuperado piezas consideradas valiosas, como el cráneo de 159 kilos de un mastodonte en 2005 y la pelvis y otros huesos de un perezoso gigante en 2007.
Las últimas excavaciones en el Tomayate, ubicado en una de las márgenes del contaminado río homónimo, entre las ciudades de Apopa y Tonacatepeque, se realizaron en 2009, cuando fueron desenterrados un colmillo de camello antiguo y restos del carapacho de tortuga antigua.
"Creo que El Salvador tiene mucho que mostrar aún en paleontología", dice convencido Novoa, y agrega que solo hace falta "continuar escarbando".