
Martin Pistorius tenía apenas 12 años cuando su mundo cambió para siempre. Originario de Johannesburgo, Sudáfrica, siendo un adolescente contrajo meningitis criptocócica y tuberculosis cerebral, pero en un principiolos síntomas fueron tomados a la ligera por los médicos y le dijeron que tenía resfriado o gripe. A pesar de lo dicho por los galenos, Martin perdió la capacidad de hablar, moverse y hacer contacto visual en cuestión de semanas.
Semanas después de sus primeros síntomas, los médicos le dijeron a sus padres, Rodney y Joan, que su hijo había quedado en estado vegetativo permanente, una noticia que les rompió el corazón. Aunque los profesionales de la salud no les daban esperanzas, los padres decidieron no rendirse y siguieron cuidando, alimentando y bañando por años a su hijo. Él, mientras tanto, sufría una silenciosa agonía, consciente de lo que ocurría a su alrededor, pero sin poder dar señales de ello.
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Estuvo "atrapado" en su propio cuerpo
Martin comenzó a recuperar la conciencia alrededor de los 14 o 15 años. Aunque podía ver, oír y entender todo lo que hacían y decían sus padres y los médicos, su cuerpo seguía inmóvil. Era un testigo silencioso de su propia existencia. “Era como estar atrapado dentro de mí mismo. Como si no existiera”, contó años más tarde.
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Entre los 16 y los 19 años, su lucidez era total, pero sus padres no se daban por enterados. Recuerda haber escuchado las conversaciones de sus cuidadores, sobre noticias globales como la muerte de la Princesa Diana o el ataque a las Torres Gemelas, y se desesperaba por no poder hacerles notar que él estaba ahí. “La impotencia era absoluta. Desde lo que comía hasta a dónde me llevaban, todo era decidido por otros. No tenía control sobre nada”, explicó.
Uno de sus recuerdos más dolorosos fue cuando intentó mostrarle a su padre que estaba consciente. Hizo gran esfuerzo por querer mover su brazo, pero lo único que consiguió fue que su respiración aumentara de velocidad. Su padre no lo notó y siguió con su rutina.

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¿Cómo logró recuperarse?
En una reciente entrevista con NPR, Joan, su madre, confesó que tras largos 12 años, un día le dijo a su hijo una frase creyendo que no podía escucharla: “Espero que te mueras”. No era un deseo real, pero la presión, el dolor y la incertidumbre de más de una década la estaban llevando a su límite. Martin quedó destrozado al escucharla decir eso, pero la comprendió. “Vi la tristeza en su rostro cada vez que me miraba. Entendí que solo quería alivio, para ambos”, asegura.
Tras esas palabras, Martin dice que empezó a experimentar el mundo de manera diferente, también deseando acabar con el sufrimiento de sus padres. Entonces llegó a la clínica la terapeuta Virna van der Walt, quien fue la única persona en notar, tras todos esos años, que Martin estaba consciente. Aseguró que los pequeños movimientos y reacciones de sus ojos daban a entender que su mente estaba despierta, algo que confirmó al someter al paciente a nuevas pruebas cognitivas.
Que su madre deseara su muerte, fue el primer paso hacia su recuperación. Martin, gracias a la terapia que sugirió Virna van der Walt, aprendió a comunicarse a través de una computadora adaptada. Con el paso de los años recuperó algo de movimiento en la cabeza y los brazos, se formó como informático, escribió un libro: 'Ghost Boy' y hasta encontró el amor en Joanna, una trabajadora social.
Actualmente Martin Pistorius tiene 49 años y comparte con ilusión su desgarradora, pero inspiradora historia. Vive con su esposa y su hijo, trabaja como desarrollador web y se ha convertido en un símbolo de resiliencia humana. Su mayor deseo es que su experiencia sirva para cambiar la forma en que vemos a quienes no pueden hablar o moverse. “Aunque parezca que no hay nadie dentro… a veces sí hay alguien, esperando ser escuchado”.
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MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL