Pequeñas cruces de madera y metal, algunas pintadas de blanco, otras ya caídas, se alinean en el sector 108 del cementerio de fetos Flaminio de Roma, en Italia . Todas llevan nombres de mujer, pero ninguna de ellas está enterrada ahí, únicamente optaron por un aborto legal.
El descubrimiento de ese camposanto provocó una oleada de indignación y denuncias por parte de las asociaciones de defensa de los derechos de las mujeres.
"Pensar que alguien se ha apropiado de su cuerpo, que ha celebrado un rito, que lo ha enterrado con una cruz que lleva mi nombre encima fue abrir una herida", dijo Francesca, una de las madres afectadas.
"Me siento traicionada por las instituciones", lamentó.
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En septiembre de 2019, Francesca, de 36 años, quien reside en Roma, decidió abortar porque el feto presentaba un grave defecto cardíaco.
Un año después descubrió que había sido enterrado sin su consentimiento y con un símbolo religioso que no la representa.
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Escándalo en Facebook
Francesca no es la única indignada. Hace un mes otra mujer que tuvo un aborto descubrió su nombre en una cruz en el cementerio Flaminio, por lo que decidió publicar en Facebook una foto sobre el caso, desatando reacciones, comentarios y protestas.
Para Elisa Ercoli, presidenta de la asociación de defensa de la mujer Differenza Donna (Diferencia Mujer), se trata de "un acto horrible y autoritario", por lo que ha decidido pedir una investigación oficial.
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En Italia, que legalizó en 1978 el aborto , se autoriza la interrupción del embarazo dentro de los tres meses posteriores a la concepción, pero también autoriza a los médicos invocar la objeción de conciencia, lo que dificulta abortar libremente.
En un país sumamente católico, siete de cada diez ginecólogos se niegan a realizar abortos, por lo que en algunas regiones son pocos aquellos dispuestos a prestar ese servicio médico público.
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La mayoría de las cruces en el cementerio romano son de mujeres que abortaron entre 2017 y 2020, pero se entierran fetos desde el año 2005 y no solo en la capital.
Se han descubierto cementerios también en la ciudad de Brescia, en el norte del país. Una ley de 1990 estipuló que los fetos menores de 20 semanas deben ser tratados como desechos hospitalarios especiales e incinerados, pero en caso de un aborto después de ese tiempo, los hospitales deben entregar los cuerpos a los servicios funerarios para su entierro, incluso sin el consentimiento de los familiares.
Las autorizaciones requeridas para su transporte y entierro, emitidas por los hospitales, incluyen en general los datos personales de los padres, que deben mantenerse confidenciales.
Como un castigo
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La norma no se ha respetado en el caso del cementerio de Flaminio. Los servicios funerarios están a cargo de AMA, la empresa municipal responsable de la gestión de la basura y la limpieza de la ciudad.
En un comunicado emitido tras el escándalo generado con la publicación de la primera foto en Facebook, AMA explicó que el feto había sido enterrado "según las instrucciones específicas del hospital donde se había realizado la intervención".
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No precisó sobre quién o qué entidad dio el nombre de la mujer que abortó y por qué se violó el anonimato, que se respeta en otros cementerios.
Muchas mujeres, incluida Francesca, se enteraron de que sus fetos fueron enterrados después de la denuncia aparecida en Facebook el pasado 28 de septiembre.
Francesca, que no quiso revelar el nombre del hospital público donde interrumpió su embarazo, contó que en tres ocasiones pidió información sobre el feto, pero que nunca le dijeron sobre el eventual entierro y que solo recuerda que firmó unos papeles en el momento de las contracciones.
"Los médicos indujeron un parto prematuro. Cuando el dolor de las contracciones aumentó, me hicieron caminar mucho y de camino a la sala de partos, me entregaron varios papeles que firmé sin ni siquiera leerlos", recuerda.
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El caso romano afecta también la vida privada de las personas al señalar solo a la mujer que pone fin a su embarazo, con nombre y apellido, y sin tener en cuenta además que un hijo en general lleva también el apellido del padre.
"Ver mi nombre en la cruz fue como recibir un castigo", confesó Francesca.
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