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El mundo perdió a una de sus grandes defensoras del planeta. Jane Goodall, la etóloga británica que cambió para siempre la forma en que entendemos a los chimpancés y nuestra relación con el reino animal, falleció en California a los 91 años, según confirmó el Instituto que lleva su nombre. La causa de su muerte fueron complicaciones naturales, mientras se encontraba en medio de una gira de conferencias.
Goodall deja un legado científico, humano y ambiental imposible de medir. Con más de seis décadas de trabajo de campo, se convirtió en una figura clave para comprender que los chimpancés y, en consecuencia, otros animales poseen personalidades, emociones y vínculos sociales complejos, una idea revolucionaria para la ciencia de los años sesenta.
Desde niña, Goodall soñó con viajar a África para observar animales en su hábitat natural. Ese impulso la llevó en 1957 a Kenia, donde conoció al paleoantropólogo Louis Leakey, quien reconoció su talento y la envió a estudiar primates.
En 1960, con apenas 26 años, inició en el Parque Nacional Gombe Stream en Tanzania la investigación que marcaría su vida. Acompañada por su madre, debido a que las autoridades no permitían que una joven trabajara sola en un contexto político inestable, comenzó a documentar comportamientos que nadie había registrado antes: chimpancés capaces de fabricar y usar herramientas, expresar afecto, competir por poder y hasta llorar la pérdida de un miembro de su grupo.
Sus hallazgos desafiaron la visión reduccionista que separaba radicalmente a los humanos del resto de los animales. “La idea de que había un abismo infranqueable entre nosotros y ellos empezó a derrumbarse”, diría años después.
Aunque la investigación fue el punto de partida, Goodall pronto se convirtió en una activista global. Fue nombrada Mensajera de la Paz de la ONU en 2002 y dedicó las últimas décadas de su vida a concienciar sobre la crisis climática, la deforestación y el peligro de extinción de los chimpancés. Su voz, pausada pero firme, inspiró a millones a replantearse la manera en que habitamos el planeta.
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En paralelo, creó el Instituto Jane Goodall, una organización dedicada a la investigación, la educación y la conservación, y fundó programas como Roots & Shoots, que fomenta el activismo ambiental entre jóvenes.
El alcance de su mensaje trascendió la academia. Líderes, artistas y activistas como Leonardo DiCaprio, Angelina Jolie y el príncipe Harry reconocieron en ella una guía moral y científica. Su figura, de cabello blanco recogido y mirada serena, se volvió sinónimo de resistencia, sabiduría y esperanza en medio de la emergencia ambiental.
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