Por lo menos cien seguidores del gobierno de Daniel Ortega y paramilitares irrumpieron en la basílica de San Sebastián.
Estos acontecimientos han enturbiado el diálogo nacional con el que se espera superar la crisis que se ha cobrado al menos 320 vidas en la nación centroamericana.
Seguidores de Ortega entraron violentamente en la Basílica de San Sebastián, cuando obispos y sacerdotes llegaban a sacar a una decena de personas que se habían refugiado el domingo en un enfrentamiento entre fuerzas del gobierno y manifestantes que tenían barricadas en las calles.
"Asesinos", "mentirosos", "hijos de puta", gritaron los partidarios del gobierno cuando llegó a Diriamba la comitiva de religiosos, encabezada por el cardenal Leopoldo Brenes y el nuncio Stanislaw Waldemar Sommertag.
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Los jeracas católicos, quienes llegaron en caravana desde Managua, entraron, seguidos de decenas de enardecidos seguidores de Ortega, al templo en cuyos alrededores había hombres encapuchados vestidos de civil y policías.
En un rincón, cerca del altar, estaban las personas que se habían refugiado. Varios se cubrían el rostro con una camisa o chaqueta.
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"Quedamos atrapados por la balacera el domingo. Tenemos mucho miedo por nuestras vidas", dijo a la AFP uno de ellos, vestido con una bata color violeta, quien dijo trabajar en el puesto médico de la Iglesia.
Minutos después entró un grupo de encapuchados -al menos tres con pistola o lanzamorteros-, forcejearon con los sacerdotes, algunos de los refugiados y se agudizó el caos. Varios periodistas fueron agredidos y a algunos les robaron su equipo.
El obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, denunció que fue herido en el brazo y golpeado en el estómago. "Hemos sentido esa acción dura, fuerte, brutal contra nuestros sacerdotes (...) verdaderamente es triste", dijo el cardenal.
Los obispos realizaron la visita luego de que al menos 14 personas murieron -entre ellos dos policías- el domingo en la incursión de antimotines y paramilitares en las ciudades de Diriamba y Jinotepe, en el suroccidental departamento de Carazo.
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Diriamba, a 40 km de Managua, amaneció repleta de paramilitares y policías triunfantes, mientras palas mecánicas levantaban las barricadas.
"Gracias a Dios y a nuestro comandante liberamos Diriamba. Somos pobladores que queremos que la vida siga normal. Me sentía indignado y nos organizamos", declaró un paramilitar que se identificó como "Perrereque".
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El comisionado mayor de la Policía de Carazo, Javier Martínez, dijo que "los enmascarados son personas afines que defienden la revolución y sus logros, por su propia iniciativa". "Liberaron ciudades", dijo rodeado por decenas de encapuchados.
"Estábamos presos, reprimidos como pueblo, secuestrados (por los manifestantes). Estos son nuestros héroes", aseguró Tatiana Dávila, de 22 años, elogiando a los paramilitares, poco antes de entrar furibunda a la Basílica.
Seguidores de Ortega también irrumpieron en una iglesia de Jinotepe, donde causaron algunos destrozos e insultaron a los sacerdotes. Medios oficialistas dijeron que los pobladores recuperaron medicinas robadas que eran de los manifestantes.
En Washington, la OEA anunció que debatirá la situación de Nicaragua el miércoles, en una sesión del Consejo Permanente en la que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) informará sobre su labor de verificación en Managua.
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Francisco Palmieri, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, pidió al gobierno cesar la "campaña de violencia e intimidación".