Los talibanes,
durante el último fin de semana de julio, encendieron una hoguera en una provincia del oeste de Afganistán y arrojaron instrumentos musicales a las llamas por considerar la música como inmoral.
"Promover la música conduce a la corrupción moral y tocar música extravía a los jóvenes", declaró Aziz al-Rahman al-Muhajir, responsable del Ministerio de Promoción de la Virtud y Represión del Vicio en la provincia occidental de Herat, donde tuvo lugar la hoguera.
Desde su llegada al poder en agosto de 2021, los talibanes impusieron una serie de leyes que reflejan su rigurosa visión del islam, que incluye la prohibición de tocar música en público.
Muchos de los instrumentos musicales que se quemaron el sábado 29 de julio fueron confiscados de las salas de boda de la ciudad. Entre ellos había una guitarra, un armonio, otros dos instrumentos de cuerda y un tablá (tambores).
Prohibiciones de los talibanes a las mujeres
Además de los instrumentos musicales, las mujeres son las principales víctimas de las nuevas leyes impuestas por los talibanes, con su exclusión de la mayoría de los centros de educación secundaria,
de las universidades y de la administración pública.
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Se les ha impedido en su mayoría trabajar para las Naciones Unidas o las ONG, y miles han sido despedidas de trabajos gubernamentales o se les paga para quedarse en casa. Tampoco pueden trabajar para organizaciones internacionales, acceder a parques, jardines, gimnasios o baños públicos o viajar sin ir acompañadas de un familiar varón. Deben cubrirse integralmente al salir de casa.
Miles de salones de bellezas cerraron de manera definitiva el martes 25 de julio, después de la entrada en vigor de un decreto. Su prohibición fue el último golpe no solo a la capacidad de ingresos de las mujeres, ya que los salarios de los dueños de los salones y de los trabajadores a menudo eran la única fuente de ingresos para los hogares. También ha afectado sus vidas sociales.
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“Nos rompió el corazón cuando escuchamos que los salones estaban cerrando porque eran lugares donde no solo cuidábamos nuestra apariencia, sino que podíamos ver amigos y hacer nuevos, charlar y aliviar nuestras penas”, dijo Bahara, de 21 años, una cliente en Kabul.
"A las mujeres no se les permite ingresar a los lugares de entretenimiento, entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Dónde podemos ir para divertirnos? ¿Dónde podemos reunirnos para conocernos?", agregó.