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Una serie de pulsos de radio detectados desde el corazón helado de la Antártida ha puesto en alerta a la comunidad científica internacional. El hallazgo, realizado por el experimento Antarctic Impulsive Transient Antenna (ANITA), podría indicar la existencia de partículas desconocidas o incluso aportar pistas sobre la esquiva materia oscura.
El descubrimiento fue tan sorprendente como accidental. ANITA, una plataforma científica que se eleva en globos a 40 kilómetros de altitud, fue diseñada para rastrear neutrinos de alta energía provenientes del espacio profundo. Pero en lugar de eso, captó señales de radio que parecen venir desde el subsuelo antártico. Lo que desconcierta a los investigadores es que, para alcanzar el detector, estas señales debieron atravesar miles de kilómetros de roca sólida, algo que la física actual considera casi imposible.
Los neutrinos, las partículas más ligeras conocidas y apenas interactivas con la materia, eran el objetivo de esta misión. La profesora Stephanie Wissel, física y autora principal del estudio publicado en Physical Review Letters, explicó que, aunque los neutrinos son difíciles de detectar, su hallazgo revelaría información invaluable sobre el universo. Sin embargo, las señales captadas no coinciden con el comportamiento esperado de estas partículas.
“Las ondas de radio que registramos llegaron con ángulos de entrada tan pronunciados, que no tiene sentido según lo que sabemos”, explicó Wissel. “No se trata de neutrinos. No se parece a nada que hayamos observado antes”.
Al descartar las fuentes convencionales, el equipo científico ha comenzado a explorar explicaciones más osadas: ¿Podría tratarse de un tipo completamente nuevo de partícula? ¿O tal vez de una manifestación indirecta de materia oscura?
La posibilidad de que las señales estén vinculadas con la materia oscura, esa masa invisible que compone aproximadamente el 27 % del universo pero que nunca ha sido observada directamente, ha captado la atención de expertos en todo el mundo. Otra teoría sugiere que estas señales podrían ser producto de una nueva interacción entre partículas subatómicas que aún no conocemos.
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Los investigadores compararon los datos de ANITA con simulaciones de rayos cósmicos y lluvias de partículas, pero no hallaron coincidencias con fenómenos conocidos. Para avanzar en la investigación, los científicos han recurrido a observatorios como IceCube (también en la Antártida) y el Observatorio Pierre Auger en Argentina, esperando que estos gigantescos laboratorios puedan aportar más piezas al rompecabezas.
Además, el equipo trabaja en el desarrollo de un nuevo detector más grande y preciso, llamado PUEO, que tendrá mayor capacidad para identificar estas extrañas señales y comprender mejor su origen.
A pesar de los avances tecnológicos y las simulaciones, el fenómeno sigue sin explicación definitiva. “Mi hipótesis personal es que podría haber algún efecto de propagación de radio que no comprendemos del todo”, reconoce Wissel. “Pero ya exploramos muchas posibilidades y ninguna parece encajar. Por ahora, sigue siendo un misterio abierto”.
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Mientras tanto, la comunidad científica observa con atención y cautela. El hallazgo podría marcar el inicio de una nueva era en la física de partículas o, al menos, abrir caminos hacia preguntas que aún no sabíamos cómo formular.
NOTICIAS CARACOL Un hallazgo inesperado en la Antártida podría cambiar lo que sabemos del universo