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Caren Cubillos tenía solo 13 años cuando el conflicto armado en Colombia truncó su vida. Según su familia, era una niña alegre, llena de ilusiones, que soñaba con salir adelante para ayudar a sus papás. Fue uno de los siete menores que murieron el pasado 10 de noviembre en el bombardeo del Ejército contra las disidencias, que reclutan y usan a niños como carne de cañón.
Un equipo de Los Informantes habló con Rúber, su padre, sobre el dolor, la culpa y la impotencia de no haber podido rescatarla. Este hombre esperó durante siete días a las afuera de Medicina Legal en Villavicencio para que le entregaran el cuerpo de su hija.
La menor fue reclutada de manera forzada por las disidencias de las Farc. En medio de su tragedia, Rúber confesó sentirse culpable y afirmó: "Me siento culpable, por una parte, ella me pide ayuda de que la saque y no pude. No pude sacarla, ni aun pidiéndole ayuda al Estado”.
Caren se graduó de quinto de primaria a fines de 2024, un logro que celebró sonriente con toga y birrete. "Mi hija era una muchachita muy alegre, le gustaba mucho estudiar, le gustaba colaborar en lo que fuera. En el colegio le gustaba ser la primera en hacer sus presentaciones y colaborarle a sus compañeros", relató Rúber.
Su sueño era noble y recurrente: "El sueño de ella era tan bonito que siempre lo decía: algún día salir adelante y ayudarnos a nosotros como padres". A Rúber, quien cumplió 34 años, le queda el recuerdo de una hija que amaba bailar y grabar videos de los momentos importantes de su vida. "Era una niña que prácticamente apenas estaba empezando su adolescencia y no logró vivir para hoy, simplemente solo quedar en recuerdo".
Caren creció en un territorio indígena de la Amazonía colombiana. El pueblo más cercano a donde vivían es La Pedrera. Rúber explicó que vivir en esta zona es muy difícil debido a la falta de presencia estatal y de oportunidades. "La situación por el territorio donde vivíamos es muy difícil como buscar un medio de trabajo porque no hay un respaldo de algunas entidades para que estos jóvenes pudieran pensar en un futuro mejor”, explicó.
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“La educación allá es muy baja. Es por eso que también hay muchos indígenas que no podemos sacar los hijos adelante, porque no hay un modo de trabajo, no tenemos lo suficiente como para poder sacar a nuestros hijos adelante”, agregó.
Según él, la presencia dominante en la zona no ha sido la del Estado, sino la de las disidencias de las Farc, cuya influencia se ha fortalecido aún más desde 2021.
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En enero de 2025, según su padre, Caren —quien no pudo ingresar a primero de bachillerato— fue secuestrada y reclutada de manera forzada por la mayor facción disidente de las Farc, que se hace llamar Estado Mayor Central, al mando de alias Iván Mordisco. Una estrategia infame que utiliza a los niños como escudos humanos.
Esta práctica afecta especialmente a comunidades indígenas y afrodescendientes y ha encendido las alarmas de instituciones como Naciones Unidas, que ha denunciado que en los últimos cinco años el reclutamiento de menores en Colombia aumentó en un 300%.
Rúber asegura conocer de cerca a las disidencias. Según su testimonio, trabajaba como lanchero cuando, en 2020, un comandante guerrillero le pidió que lo transportara.
Ante la falta de oportunidades, terminó obligado a trabajar para el grupo armado frente Amazonas Jhonier Arenas. “Contratan a una persona para que le haga un viaje de alimentos y combustible. Los viajes se hicieron recurrentes... y pues de ahí ya llegaban a la casa cuatro o cinco guerrilleros armados a buscarme para seguir haciéndole el mismo trabajo en donde ya no recibí ni un pago”, reveló.
Rúber contó que, ante la ausencia del Estado y el riesgo de ser asesinado si se negaba, terminó sometiéndose a la causa como miliciano. Más tarde desertó de las filas guerrilleras y se entregó al Ejército en agosto de 2024.
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No obstante, afirmó que su hija fue reclutada para forzar su regreso a las filas de las disidencias: "El reclutamiento que ellos le hacen a mi hija es para que yo vuelva a trabajar con ellos, porque eso fue lo que ellos le dijeron a la mamá de mi hija".
El 21 de junio de 2025, Caren logró comunicarse con su padre por última vez. “Me dice que ya quiere salirse, que ya no quiere estar más por allá”, relató. Ese día, ella también le envió su ubicación en tiempo real.
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En la denuncia por desaparición forzada que Rúber interpuso el 28 de octubre de 2025 por el reclutamiento de su hija, adjuntó esa información de ubicación, las copias del chat que sostuvo con ella y una foto de la niña vestida de camuflado.
La madrugada del 10 de noviembre de 2025, en Guaviare, un grupo de 150 guerrilleros, entre ellos dos hombres de confianza de Iván Mordisco, avanzaba por la selva con el objetivo de emboscar a un grupo de 20 soldados desplegados en la zona. Tres aviones lanzaron varias bombas sobre ellos por orden directa del presidente Gustavo Petro.
En tierra se desató el infierno, pero los cabecillas lograron escapar. 19 guerrilleros murieron, entre ellos siete menores reclutados a la fuerza. Una de esas víctimas era Caren.
La única respuesta que Rúber obtuvo después de entregar las coordenadas de su hija fue la noticia de su muerte en el bombardeo. “Es una noticia que a mí me dio muy duro. Yo tenía una relación muy bonita con mi hija y para mí fue un golpe muy duro. Aun sigo con el mismo dolor, porque nunca voy a superar eso”, dijo.
Aunque en el pasado el presidente Gustavo Petro se había comprometido a no realizar bombardeos en zonas donde hubiera menores de edad, defendió esta operación argumentando que respondía a una necesidad militar inminente.
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El equipo de Los Informantes se reunió con Pedro Sánchez, Ministro de Defensa, para conversar sobre lo ocurrido. Sánchez afirmó que la certeza del 100% de la presencia de menores no existía, "pero la probabilidad sí era muy alta, porque sabemos que estos grupos criminales reclutan a menores".
El ministro añadió que la operación era “inminente, la necesidad de emplear esta capacidad que se llama apoyo aéreo cercano...En este caso, por la amenaza, se empleó bombardeo”.
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Al ser preguntado sobre qué le diría a la familia de la menor, respondió: “Siento un dolor supremamente profundo. Al ver la imagen de la menor, me duele muchísimo que estos criminales estén victimizando a nuestros menores y llevándolos a cometer infracciones y haciéndolos que pierdan la protección”.
Luego contrastó esa imagen “con el hijo de Miguel Uribe. O esa imagen la contrasto con los hijos de los 155 militares y policías que han sido asesinados”.
Por otro lado, Rúber afirmó: “Yo le diría al presidente que se pusiera la mano en el corazón y mirara todo el sufrimiento de todos los padres que en este momento estamos viviendo ese dolor, por la toma de una mala decisión que él hizo, aun sabiendo que había menores de edad ahí”.
También señaló la contradicción del Gobierno: "Este Gobierno era uno de los que criticaban los bombardeos. Y mire qué está pasando. Están matando puros niños menores de edad, personas que no saben ni cómo vivir la vida todavía".
Rúber recibió el cuerpo de su hija en un ataúd sellado. Familias de otros menores fallecidos en el bombardeo tuvieron que acudir a organizaciones de caridad para retornar los cuerpos hasta sus lugares de origen. "A mí me la entregaron ya dentro del cajón, unas partecitas de mi hija envuelto en una bolsa", recordó.
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El Protocolo II de los Convenios de Ginebra establece que los menores de 15 años no pueden ser reclutados, no pueden participar en hostilidades y deben gozar de una protección especial. En Colombia, cada 20 horas un niño, niña o adolescente es utilizado por grupos armados. Una cifra escalofriante que debería sacudir al país.
La tragedia de estos menores revela una problemática enorme que exige atención urgente. Según Naciones Unidas, entre 2019 y 2024 más de 1.200 menores fueron reclutados para la guerra en Colombia. Ese dato corresponde únicamente a casos verificados, lo que significa que el número real —por falta de denuncias, temor o la imposibilidad de acceder a varios territorios— podría ser, lamentablemente, mucho más alto.