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El mes de Amor y Amistad suele estar cargado de planes, detalles y citas que celebran la cercanía con pareja, amigos o familia. Sin embargo, no todos atraviesan septiembre con el mismo ánimo: para algunos, esta época coincide con rupturas, duelos sentimentales o la famosa “tusa”. En esos momentos, buscar actividades que permitan distraer la mente o canalizar emociones se vuelve clave.
Entre esas alternativas, los videojuegos aparecen como una herramienta inesperada pero efectiva. No solo entretienen: también ofrecen retos, narrativas profundas y espacios de catarsis emocional. Aquí presentamos cuatro títulos que pueden acompañar a quienes necesitan sobrellevar un desamor.
Para quienes sienten que necesitan salir de la rutina y dejar atrás pensamientos recurrentes, Uncharted es una opción atractiva. La saga protagonizada por Nathan Drake combina exploración, acertijos y secuencias de acción que demandan atención total. Entre persecuciones, misterios arqueológicos y escenarios cinematográficos, el juego obliga a enfocarse en la adrenalina del momento y, de paso, a dar un respiro a la mente.
No todos procesan el desamor de la misma manera. Algunos buscan más bien un espacio de introspección. Death Stranding 2 ofrece esa experiencia: un universo solitario, con paisajes amplios y dinámicas que giran en torno a la reconstrucción y la conexión. Transportar cargas o cumplir misiones puede parecer rutinario, pero detrás de cada paso hay una reflexión sobre el aislamiento, la esperanza y la capacidad de avanzar a pesar de las dificultades.
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La tusa también puede traer enojo o frustración. En esos casos, desahogarse de forma simbólica es una alternativa sana. God of War Ragnarök cumple ese papel: batallas épicas contra dioses y criaturas mitológicas, un combate exigente y la relación entre Kratos y Atreus como trasfondo narrativo. Cada enfrentamiento es una vía para liberar tensión y transformar la energía acumulada en logros dentro del juego.
Superar un desamor implica paciencia, resistencia y aceptación de caídas en el camino. En ese sentido, Demon’s Souls es un reflejo casi literal. Su dificultad obliga a aprender de cada error, a replantear estrategias y a persistir hasta lograr la victoria. El nivel de concentración requerido hace que la mente se aleje de pensamientos repetitivos, mientras cada avance genera una sensación de triunfo personal.
Aunque cada uno de estos títulos responde a emociones distintas —desde la necesidad de distraerse hasta la búsqueda de resiliencia— todos comparten un elemento central: invitan a reconectar con uno mismo. Las partidas no solo sirven como pasatiempo; también recuerdan que después de cada derrota siempre existe la opción de volver a intentarlo.
En un mes en el que predominan las celebraciones sociales, también vale la pena reconocer que hay quienes transitan momentos difíciles. Los videojuegos, sin ser una solución definitiva, pueden ofrecer compañía y aportar al proceso de recuperación. Así, más que un escape, se convierten en espacios de reconstrucción personal y, en algunos casos, en recordatorios de que siempre es posible encontrar nuevas formas de seguir adelante.
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