Felipe Heredia se vio obligado a pagar de su bolsillo el viaje a Medellín para ser valorado en un hospital de tercer nivel y así no perder el ojo izquierdo. Denuncia que desde el domingo esperó la remisión de su EPS, pero nunca llegó.
“Y me tocó tomar decisiones por mi cuenta para salir de este lugar. En este momento una avioneta me está cobrando un millón quinientos mil pesos”, relató Heredia.
Otro caso similar vive Francisca Córdoba, una reconocida partera tradicional de Istmina, quien asegura que la crisis de la salud en el Chocó tiene en riesgo su vida. Desde hace tres días necesita una transfusión de sangre O+.
“La EPS de Barrios Unidos dice que tengo que esperar dos o tres días más porque no hay sangre en Quibdó. Hay mucha gente que quiere donar, pero aquí no hay banco de sangre”, denunció la paciente.
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A estas dificultades, se suma el cierre de algunos servicios en el recién intervenido Hospital San Francisco de Asís. Solo se reciben urgencias y mujeres en trabajo de parto.
“Y algunas situaciones quirúrgicas que requieren intervención inmediata, pero el resto de los servicios prácticamente está cerrado por la situación del COVID-19”, precisó Camilo Ramírez, agente interventor del centro de salud.
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Pero a grandes males, grandes remedios. La Supersalud y el Grupo Ospedale, a través de la Misión Colombia, ayudaron a que 23 profesionales voluntarios de la salud llegaran al hospital San Francisco de Asís para poner en funcionamiento diez camas UCI.
“Estamos trabajando fuertemente en ellos para poder abrir lo más rápido que se pueda y empezar a recibir los pacientes. El compromiso y el interés de todos nosotros es ayudar”, manifestó Jessica Escobar, líder de la Misión Colombia del Grupo Ospedale.
Con la llegada de los voluntarios, también se recibieron varias bombas de infusión, elementos de protección personal, medicamentos e insumos, donados por la empresa privada para Chocó.
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