Nació en Valledupar en 1901, cuando llegó al país el primer automóvil. Ahora pasa sus días en Barrancabermeja. Esta es su historia.
Doña Sara Corzo mide menos de 1,30 metros, al momento de nacer la población en Colombia era de cinco millones y, como en esa época la partida de bautismo era la primera identificación nacional, no tiene registro civil.
Ingreso al asilo San Antonio, en Barrancabermeja, en 1976: tenía 75 años y deambulaba por las calles, pero eso nunca le hizo perder la alegría.
“Pasaba al jardín, cortaba una rama y a todo el que pasaba por el pasillo le daba su rama y se reía”, recuerda Claudia Robles, directora técnica del asilo San Antonio.
Publicidad
Actualmente no ve bien ni habla mucho, eso sí se hace entender al ir sagradamente a misa.
“Ella tiene algo muy bonito, ella sabe quién es el que está celebrando y cuando llega a la capilla lo primero que busca es que se le dé un abrazo y, si no se le da, se pone triste”, dice Javier Jaimes Ángel, sacerdote.
Publicidad
Doña Sara convive con 64 adultos mayores que sobreviven de la caridad pública y privada.
Después de la boliviana Julia Flórez Colque, que le lleva tres meses, doña Sara es la segunda mujer con mayor edad en el mundo.
Abandono
Sin embargo, distinto es el panorama que viven muchos otros ancianos que son abandonados por sus propias familias. Una realidad que se ha vuelto frecuente en ciudades como Bogotá, donde el Distrito tiene a cargo a 2.050 adultos mayores.
Publicidad
“Para mí fue durísimo porque éramos un núcleo familiar grande de 15 hermanos y claro para mí fue duro", dice Luz Estela Yépez, quien ejemplifica como, muchos de ellos, quedan desamparados.
Y es que esta situación no cambia pese a la ley 1850 del 19 de julio de 2017 que penaliza la práctica de abandonar a los abuelitos.
Publicidad
Al final, ellos solo piden una cosa: “más comprensión, tolerancia y mucho, mucho, mucho amor”.
En contexto:
¡No al abandono de abuelos! Autoridades prenden las alarmas por aumento de casos