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Duro reencuentro entre un habitante de calle y su mamá: “Vamos, Brayan, dese una oportunidad"

A la edad de 15 años, el bazuco convirtió a Brayan en habitante de calle. Desde entonces, María Elena lo busca en los caños con la esperanza de rescatarlo y, de paso, ayuda a todos los que duermen en los andenes de Cúcuta. Informe especial.

Duro reencuentro entre madre y su hijo habitante de calle: “Vamos, Brayan, dese una oportunidad"

Un mar de lágrimas, eso ha llorado esta madre por su hijo, un hijo al que las drogas le arrancaron de los brazos y convirtieron en habitante de calle en Cúcuta. "Dicen que es mi hijo consentido, pero digo que no es tanto lo consentido, sino que es el que más me necesita. Aunque está en la calle y ha demostrado ser un guerrero, es el más quebrantado", recalca María Elena Hernández.

Quince años tenía ella cuando quedó embarazada, y esa misma edad, 15 años, tenía su pequeño Brayan cuando se fue de casa. "Se empezaron a perder las cosas y una persona me llama y me dice: 'María Elena, mire que Brayan vino vendiendo tal cosa'. Y empiezo a buscar y lo confronto, y me dice: 'Sí, mamá, es por esta porquería'. Y me tira una tapita de lapicero, se pone a llorar y me dice: 'perdóneme'".
La porquería que llevaba en la tapita era bazuco. No hubo vuelta atrás, la adicción se lo tragó por completo. "Yo como mamá me di cuenta de que tenía que ponerle carácter a la situación y de que no podía permitir que él estuviera en la casa consumiendo y alcahueteándole, tenía que enseñarle que la droga podía llevarlo a perderlo todo".

Y así ocurrió. Brayan terminó como habitante de calle y lo perdió todo, todo menos el amor de su mamá. Ella persigue sus huellas y, de paso, ayuda a otros caídos en desgracia. "Un día que llegué a la calle a buscarlo a él, porque se perdía mucho tiempo, empecé a hablar con otro muchacho y empecé a darme cuenta que en la calle había pelados que necesitaban ayuda y que no tenían mal corazón, y empecé a relacionarme con ellos, a buscarles un alimento".

María Elena lidera hoy la Fundación Banquete del Bronx en Cúcuta. Sin miedo, sin asco, se mete a los sectores más deprimidos, reparte comida y cura heridas. "Todos la queremos aquí, todos la conocemos, la respetamos. Ella es nuestra segunda mamá", afirma un habitante de calle.

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Inspirada en Brayan, ha sacado de estos caños a decenas de consumidores y los ha rehabilitado, les ha regalado una oportunidad. "Ella viene de parte de Dios y es lo que uno tiene que entender, porque cualquier persona no lo haría”, agrega otro sintecho.

Una felicidad amarga, porque su hijo continúa en los cambuches. Aunque ha conseguido rapárselo a la indigencia momentáneamente, él vuelve a los andenes. María Elena, sin embargo, no se rinde. Su corazón y sus ojos lo buscan siempre, con la esperanza de rescatarlo.

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"¿Si lo ve lo regaña?", le pregunta Mauricio Naranjo, periodista de Noticias Caracol. “Pues le digo: 'Brayan, ¿hasta cuándo? Mire, usted no es para que esté acá'. Lo que una mamá le puede decir a un hijo en ese momento", responde.

En esta ocasión, estaba ya casi resignada a que no lo vería. Pero, finalmente, lo hallamos en una esquina. Frente a frente, se dijeron lo que sentían.

- María Elena: "Vámonos, Brayan, deje todo esto botado que usted ya no necesita de esto, usted ya es para que esté conmigo trabajando de la mano y sacando gente de este lugar. Más que nadie sabe lo dura que es la calle".
- Brayan: "No, todavía no estoy preparado como para irme".
- María Elena: "Brayan, ¿si vive en la calle todos los días, que es duro, y me dice que no está preparado para dejar la calle? ¡Ah! ¿Qué más necesita, Brayan?, ¿qué más ejemplo necesita, Brayan? Vamos, Brayan, dese una oportunidad".
- Brayan: "La quiero mucho, la amo, la extraño... un día de estos me voy".
- María Elena: "Siempre queda el vacío en el corazón de dejar uno el hijo acá, eso es como ver que el hijo está en etapa terminal y decir no tengo los recursos para sacarlo o la forma de cómo hacerlo (llanto). Cuánto quisiera tener la oportunidad o la forma de poderlo convencer, así como se logran otros muchachos... y estar uno detrás del de uno rogándole todo el tiempo de que vamos, vámonos"

No lo puede obligar. Con un último beso, Brayan se despidió de su mamá y caminó hacia el infierno en el que ha sobrevivido durante 11 años. "Yo confío en Dios y desde hace muchos años lo puse en manos del Señor, y es lo que me ha sostenido para comer tranquila, dormir tranquila y vivir en paz. Siempre le he pedido al Señor que yo soy su obrera en todo lo que él quiera que yo haga, que yo soporto todo esto, menos que me lo llegue a quitar”, finaliza esta mamá.

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Abrazarlo de nuevo y no soltarlo jamás, eso anhela María Elena, una madre que, como muchas, no se cansa de esperar.

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