Daniela Díaz salió hace tres meses de Venezuela con sus tres hijos. El menor se llama Jesús y “tiene problemas en su cadera y en sus piernas”, cuenta, por lo que cada día lo carga en la espalda y salen a trabajar para poder comprar comida y pagar el arriendo en la vivienda que habitan en un punto conocido como La Invasión, en la Arborizadora Alta de la localidad Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá.
“Nunca me va a pesar, nunca”, dice con una sonrisa esta orgullosa madre, pese a su precaria situación.
Daniela dice que a Jesús “le hicieron una operación, pero hace muchos años, y ahora toca evaluarlo otra vez, a ver qué operación le sigue”.
Sobre su trabajo diario en el reciclaje hay jornadas en las que, afirma, “conseguimos no más para una libra de arroz”.
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Cuando Jesús no va en la espalda de su madre, se apoya en las manos y pies para andar y jugar por las empinadas calles de su barrio.
Reconoce que no le va bien porque “me aporreo, me salen cayos”.
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Sin embargo, sus sueños siguen intactos y dice que quiere estudiar “y ser un doctor”.
Sus vecinos, conmovidos, reúnen cuando pueden dinero para ayudarles con pan, leche o, incluso, un perro caliente.
Otra historia:
¡Amor de padre! 🥰 Le adaptó una silla plástica a su bicicleta para poder recorrer varios kilómetros y llevar a su hija al colegio. Con ayuda de la comunidad, ahora los dos tienen su caballito de acero. Historia imperdible https://t.co/yqNEZK7rZ3 pic.twitter.com/QiyDqdEkMR
— Noticias Caracol (@NoticiasCaracol) February 6, 2022