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“El mejor negocio es perdonar”: María Carolina Hoyos cuenta cómo volvió a sonreír

En una conmovedora entrevista con Juan Roberto Vargas, relata detalles del secuestro de Diana Turbay y de lo que hoy piensa de dos monstruos, ‘Popeye’ y Pablo Escobar.

Juan Roberto Vargas (JRV): Diana Turbay era el equilibrio entre el corazón y el cerebro, entre los sentimientos y la razón. ¿Cómo era su mamá?

Mi mamá era una mujer apasionada, creía que nosotros los periodistas no solo debíamos ser notarios de la realidad, sino que teníamos que apostarle a la paz, a una mejor construcción de la sociedad. Por eso, muchas entrevistas con grupos alzados al margen de la ley para ver cómo podía aportar a la construcción de la paz.

JRV: De hecho, cuando la secuestran es por eso. El señuelo que le ponen era para entrevistar al Cura Pérez…

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Al guerrillero invisible. Pablo Escobar fue muy astuto porque supo cómo ponerle esa trampa a mi mamá y mi mamá estuvo trabajando un año por esa entrevista con el guerrillero invisible, el máximo comandante del ELN. Ella va a esa entrevista buscando la paz y encuentra la muerte cinco meses y medio después.

JRV: ¿Cuántos años tenía María Carolina cuando secuestran a Diana?

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Tenía 17 años cuando secuestran a mi mamá. Cumplí 18 años mi mamá estando en cautiverio y yo me sentí igual de secuestrada a ella. Yo, durante cinco meses, estuve secuestrada.

JRV: ¿Cómo era eso?

Absolutamente doloroso. Peor que el asesinato es el secuestro.

JRV: ¿Ella se despidió de usted, les dijo que se iba para una entrevista?

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Me despedí de ella sabiendo que en tres días volvía y en cuatro era mi operación de las cordales. Por mucho tiempo me quedé pensando: ‘¿y si yo me hubiera pillado algo, me hubiera agarrado a una pierna?’.

Cuando yo volví a ver a mi mamá, después de cinco largos meses de no verla porque estaba en manos de Pablo Escobar, y la veo, ella acababa de fallecer. Yo le juro a ella que no voy a volver a sonreía jamás.

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JRV: Usted dice que más grave que la muerte era el secuestro de su mamá en esos meses. ¿Cómo eran las noches en ese momento?

Yo estaba secuestrada. No podía conciliar el sueño, no sabía dónde estaba, no tener certeza de dónde está ni cómo está. Es absolutamente pavoroso. Las noches eran eternas; las madrugadas, pavorosas. Y en el día, mi vida estaba en pausa. Posponía todas las determinaciones. Es que además Pablo Escobar fue tan macabro, tan maquiavélico, que fíjese que él secuestró a mi mamá, secuestró a unos periodistas e inclusive sacó unos periodistas antes del cautiverio con información, diciendo: ‘nunca se acerquen a buscar rescatarla porque la matamos’. Sabíamos que era hasta cuando él quisiera.

JRV: Usted llega, la encuentra recién acababa de morir. ¿Qué pasa en su vida?

Cuando yo la vi, voy a mirarle los pies, porque nuestros pies eran nuestro código de amor. Siempre los teníamos junticos. Si hubiera habido Instagram, esa sería la foto que yo tendría de perfil, las paticas de mi mamá y las mías. Y fui a verlas y las veo por debajo absolutamente laceradas. Después nos cuentan que Pablo Escobar, los guerrilleros que estaban con mi mamá la hicieron correr cuando vienen los helicópteros de la Policía. En ese momento mi vida, como la conocí hasta el momento, se acabó. Desde entonces me tocó vivir muchas cosas antes de volver a sonreía con todas las fuerzas de mi corazón. 

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JRV: ¿Qué pasa con ese dolor qué tenía guardado?

Yo busqué estabilizarme y la estabilización era no tener emociones ni para un lado ni para el otro. Estaba como congelada, como muy robot. Pero tenía claro que me quería parecer a mi mamá y que quería el oficio llevarlo para, en cada toma guerrillera, cada vez que estuve en una cámara, cada vez que entré a una sala de decisión, estar más cerca de mi mamá.

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Después me caso, hago mi vida y cada vez empecé a darme la oportunidad de volver a sonreír. Esos mismos pasos que me sirvieron para lograr sanar lo de mi mamá, me sirvieron también cuando me separé y en todos los problemas que he tenido en la vida. Lo he utilizado de manera permanente para solucionar los problemas de mi vida.

JRV: Hace unos años nos volvemos a reencontrar en este oficio y usted me dice: ‘ayúdeme a encontrarme con el tipo que asesinó a mi mamá’. ¿Cómo toma la decisión de enfrentar al monstruo, al demonio que mató a Diana?

En el libro cuento cómo, en unas vacaciones con mis hijos, me di cuenta de que no había perdonado de corazón, que aún tenía un rencor muy grande. Yo me monté al avión y dije: quiero conocer al asesino de mi madre y quiero perdonarlo. Fue de los momentos más duros de mi vida.

JRV: Usted se sienta con ‘Popeye’. ¿Qué se le viene a la mente?

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Me doy la bendición y pedí que me cubrieran de lo que iba a pasar ahí. Y me senté y él empezó a hablar, y yo no paraba de verlo. Y él empieza a contarme.

JRV: ¿Qué pensaba de él? 

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Primero, que le corre jugo de mora por las venas. No se inmuta ante nada. Cuenta cómo mata, cómo secuestraba, cómo volaban aviones. Pablo Escobar y él estuvieron en el secuestro una vez y me contó la entrevista que tuvo Pablo Escobar con mi mamá y lo que ella les dijo: ustedes lo hicieron mal, porque ustedes no van a doblegar a mi papá, mi papá nunca cederá a las presiones para un tema personal. Y mi papá está muy adolorido, seguro que está muy adolorido con el secuestro, pero no va a hacer nada a favor de la extradición.

Y la parte más dolorosa es el momento en que nuestros colegas anuncian que mi mamá ha fallecido. Pablo Escobar, durante tres días, hace una fiesta con prostitutas y trago. Yo lloré hasta el cansancio, pero, al final, decidí perdonar.

JRV: En esa entrevista con usted, ‘Popeye’ no solo le narra lo que ellos le dicen sino una frase que a mí me caló: ‘doctora, igual no se preocupé que a su mamá la íbamos a matar’. Y ahí usted, posterior a eso, le dice: ‘yo lo perdono’… a semejante monstruo, que le quitó lo más querido de su vida.

Y lo perdoné.

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JRV: ¿Cómo?

Ahí cuento, en mi libro, cómo aprendí a perdonar lo imperdonable y hoy en día perdono todo. El mejor negocio es perdonar. Creo, realmente, que lo mejor es perdonar.

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JRV: ¿Cómo perdona uno de corazón?

Uno logra entender que odiando no va a volver mi mamá. Si yo siguiera odiando a Pablo Escobar toda la vida, pero a mí me devuelven a mi mamá, me vuelo…

Cuando uno odia, tiene un vínculo con esa persona. Cuando uno no odia y perdona, libera ese vínculo. Cuando terminó la entrevista y yo lo perdoné genuinamente, él me dijo: ‘cada vez que veo a alguien como usted, se me crece el ángel que tengo de este lado. Pero cada vez que me atropellan y me siguen diciendo asesino, miserable, me crece el diablo’. Yo le dije: ‘sabe qué, voy a tenerlo en mis oraciones para que siempre el que se le crezca es el ángel que tiene al lado’.

Cuando ya me iba a ir, ‘Popeye’ abrió los brazos. Yo no entendí qué quería decir eso. Y alguien que estaba al lado me dijo, creo que el camarógrafo de Caracol: ‘él le está pidiendo un abrazo’. A mí me corrió un frío interno absolutamente miedoso y no le di el abrazo. El abrazo era imposible para mí darlo. Es que el abrazo significa un vínculo y yo lo que quería era cortar el vínculo. Él me dijo: ‘la entiendo y se fue’.

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JRV: ¿Qué pasa cuando Carolina sale de ahí?

Me sentía revotada. Tenía ganas de llorar y acostarme a dormir, de ver fotos de mi mamá y de procesar todo lo que había pasado. Pero con los días me empecé a dar cuenta que me sentía mucho mejor.

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JRV: ¿Qué les dice a los que creen no ser capaces de perdonar?

Estoy absolutamente convencida de algo: si las víctimas aprendemos el valor que perdón tiene para nosotras mismas, va a ser más fácil comenzar nuestro camino hacia la reconciliación… yo tener que perdonar a Pablo Escobar, que se metió en mi casa literalmente, agarró lo que más he querido, la hizo sufrir esta vida y la otra, porque cuando yo la vi casi ni la reconozco, pero hoy sonrío con todas las fuerzas de mi corazón. 

 

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