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La disciplina de alto rendimiento no espera por el cemento pulido ni el equipamiento de última generación. En Armero Guayabal, donde la historia trágica convive con un futuro prometedor, el espíritu deportivo se mantiene firme, incluso 40 años después de la tragedia que vivió el municipio tras la erupción del volcán del Nevado del Ruiz. Allí, la cancha de baloncesto del Parque Temático Omaira Sánchez hace las veces de gimnasio. Los jóvenes, herederos de una rica dinastía de pesistas, desafían la adversidad al trabajar con barras de acero viejas y discos reventados.
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El entrenador, Nicolás Rojas, describe la logística diaria de un entrenamiento que exige más que solo esfuerzo físico: "Es un poco complicado que ellos tengan que llegar media hora antes a sacar la implementación, discos, plataformas, barras, armar, organizar para cambiarse y empezar su entrenamiento".
Este municipio fue históricamente cuna de grandes deportistas, especialmente en levantamiento de pesas o alterofilia, logrando extensas medallerías y reconocimientos antes de 1985. Hoy, la juventud rinde tributo a aquellos campeones del ayer. Ender Fabián Suárez Solano es una prueba viva de este legado. Es campeón suramericano en la categoría Sub-15 y es prácticamente invencible en los nacionales, formando parte de la selección nacional.
Como muchos, Ender persigue el sueño olímpico con una mentalidad de campeón que no se conforma con seguir los pasos de otros: "Uno no tiene que decir quiero ser como él, uno tiene que decir: 'Quiero ser mejor que él, tener una perspectiva más alta, alcanzar mejores logros, siempre uno estar en lo alto' ". Sobre sus objetivos, el joven pesista no titubea: "¿Mis metas? Tener una medalla olímpica". Asegura que se prepara "todos los días, metiéndole fuerte al entrenamiento para poder alcanzar las metas".
Emily Juliana Amaya, quien ha sido campeona nacional en la categoría Sub-15 cuatro años seguidos, siente que sus logros merecen ser reconocidos con infraestructura adecuada. Emily pide mejores condiciones para quienes vienen detrás: "Que nos dieran un escenario super grande, super bonito, un espacio muy estable para nosotros y para los niños que vengan a entrenar y que haya implementación para que no tengamos que correr como lo estamos haciendo ahorita".
El club donde entrenan estos jóvenes lleva el nombre de Jesús Helí Oviedo, un hombre que elevó el deporte y convirtió a Armero en la "meca de los deportistas". En el momento de la tragedia, Helí ya había formado a 28 campeones nacionales. Él es una inspiración fundamental para los jóvenes.
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Helí Oviedo, quien afirma que se considera "el papá de mucha gente", algo que lo llena de mucha satisfacción, recuerda con nostalgia la época dorada, destacando cómo la alterofilia era el punto de mira de todos los otros deportes. Recuerda que, en 1985, Armero estaba deportivamente organizado y contaba con recursos que hoy son un sueño.
"En 1985 estábamos completamente organizados deportivamente, teníamos el mejor coliseo, teníamos cancha de básquetbol para los calentamientos, teníamos cancha de microfútbol, una piscina de aguas medicinales, un bosque a nuestro alrededor, teníamos un paraíso", rememora.
La fuerza de los jóvenes de Armero Guayabal no reside solo en la musculatura de sus pesistas. También se manifiesta en la danza, gracias a los niños del Colectivo Calina Cumbay, quienes usan el lenguaje del cuerpo para contar la historia de su pueblo.
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Yira Ñuste, directora del colectivo, explica que el arte es una herramienta poderosa para manejar la memoria: "Estamos tratando de contar la historia de una forma que no duela, para los niños la danza es diversión, el teatro es diversión, el circo es diversión, pero cuando permitimos contar la historia y llevarla a través del movimiento de la danza, que es una expresión corporal muy bonita, los niños dibujan con sus manos, con sus piernas, lo que es el volcán".
La danza revive la fuerza de Cumanday —nombre ancestral del volcán— y representa esos momentos, como la "Venus de lodo". Los integrantes del colectivo cultural demuestran una madurez profunda al reflexionar sobre el pasado de su tierra. "Me parece que es una historia muy nueva y a la vez vieja. Es un hecho de amor para ellos y para toda la gente que murió", dijo Antonela Paez Trujillo, miembro del colectivo.
Isabella Aguirre Mahecha, por su parte, le ofrece consuelo a su abuela, enfrentando el dolor con la realidad del presente: "Yo le digo abuela: 'No te sientas triste porque gracias a Dios ustedes siguen vivos, tenemos una casa, está mi papá, mis tíos, yo y estamos bien ' ".
Estos jóvenes están dando lecciones de madurez, conscientes de que sus padres y abuelos llevan un dolor profundo, pero tienen claro que son depositarios de un gran legado y no están dispuestos a dejar que se pierda.
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*Este texto fue realizado con colaboración de un asistente de IA y editado por un periodista que utilizó las fuentes idóneas y verificó en su totalidad los datos.
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