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Maryuri Trujillo, una de las periodistas de Noticias Caracol y oriunda de Líbano, Tolima, recordó cómo su profesor Fernando Gallego advirtió sobre la tragedia de Armero antes de que ocurriera. Desde altos cargos le ordenaron al maestro callarse para no generar pánico, pero él seguía intentado avisar con la esperanza de salvar cientos de vidas.
La reportera lo conoció en el Colegio Claret, un centro estudiantil católico en el que Gallego vivió durante 10 años y desarrolló su vida docente. Ella cursaba sexto grado y su profesor de ciencias llegaba siempre al salón para hablarles del volcán Nevado del Ruiz y de las medidas de prevención que debían tener por si se llegaba a presentar una erupción o deshielo.
“Le digo aquí muy modestamente, sabía lo que iba a suceder, pero desafortunadamente no me quisieron escuchar”, decía en vida el maestro Gallego.
Uno de sus mejores amigos, Antonio Escobar, con quien vivió en una habitación del colegio, dijo que el docente “fue un hombre muy inquieto. Entonces, él sabía de biología, sabía de ciencias sociales y del volcán Nevado del Ruiz, él siempre tuvo mucha inquietud y e investigó. Él fue no sé cuántas veces, muchísimas veces fue hasta el volcán a hacer sus miradas, sus observaciones, y todo eso lo contaba a sus estudiantes, a nosotros, sus compañeros de trabajo aquí en el colegio y a todo el que se le diera la oportunidad de escucharlo”.
El profesor Édgar Hernández también recordó la obsesión de Gallego con el volcán Nevado del Ruiz, por lo que “no le creíamos. Nadie le creyó. Lo trataban que él estaba como chiflis. El profesor, aunque fue un excelente filósofo, de pronto uno en esa época qué iba a imaginarse que iba a suceder eso, ¡nunca!”.
Para el profesor cualquier sitio se podía convertir en aula. En la casa de Maryuri fue recibido muchas veces en sus rondas pedagógicas de prevención del riesgo. Ya en ese momento las autoridades lo consideraban un loco que solo quería desatar el pánico.
“Él llegaba a una a una vivienda, por ejemplo, en tu casa, y él buscaba algún objeto para poder explicar sobre la situación del Nevado. Pero a las casas que íbamos clandestinos y de noche, incluso él hasta disfrazado, era de una familia de mucha confianza para que no fueran a delatar al profesor, a llamar a la policía y que lo llevara”, reveló el ingeniero forestal Álvaro Arango, que en cinco oportunidades lo acompañó en sus investigaciones hasta el volcán.
“Él lo mostraba de tal forma que al hacer el calentamiento, porque el volcán se taponó, los conductos internos se llaman galerías, esas galerías se taponaron como una olla pitadora a presión que se tapó y empezó a hervir adentro a unas temperaturas altísimas. Claro, el calor de esto empezó a fracturar la parte nororiental del Nevado en un casquete sobre ese cañón de Lagunilla y del azufrado”, detalló.
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Gracias a ese trabajo clandestino de prevención, en muchas casas, como la de la reportera, estuvieron preparados para la emergencia que enfrentaron, como lo cuenta Dabeiba Duque, madre de la periodista.
“Él nos visitó en la casa y me preguntó dónde quedaba ubicada la alberca. Yo me desplacé con él al sitio y me dijo ‘debe techarla porque el agua la van a suspender y como va a caer ceniza, arena, piroclastos, entonces el agua se va a contaminar. Por eso debe techarla para que puedan utilizarla durante todo el tiempo que la van a suspender’. De igual manera nos enseñó a elaborar los tapabocas con vinagre”, relató la señora Dabeiba.
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Sin embargo, esta familia perdió a cinco seres queridos en Armero.
Las charlas de prevención de Gallego se convirtieron en clandestinas porque el 12 de septiembre de 1985, el alcalde de la época le exigió que se abstuviera de realizar conferencias informativas. (Lea también: ¿Cómo era Armero antes de la tragedia de 1985? Vea la reconstrucción virtual del municipio)
Así lo contó Antonio Escobar: “Le dije, ‘¿qué le pasa, muchacho?’. Me dice ‘es que me mandaron a callar’, fueron los términos que recuerdo perfectamente. ‘¿Y callar de qué?’, yo como que no entendía qué era lo que pasaba. Y entonces sacó la carta y me la mostró. Yo la leí y efectivamente venía firmada por el alcalde de la época, el doctor Alberto Toro Nieto, donde decía que se le conminaba a no seguir haciendo charlas, o conversaciones o conferencias sobre la situación del Nevado del Ruiz porque eso estaba sembrando pánico en la población”.
Dos meses después de haberlo mandado a callar, el volcán hizo erupción y ocurrió exactamente lo que Gallego advirtió mil veces.
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“Yo tengo un mea culpa porque es que yo soy de Armero y allá en Armero perdí 14 miembros de mi familia. Entonces si con esa posibilidad de advertencia previa que muchísimas veces nos hizo aquí en el Líbano como en Armero, y yo digo no le paramos bolas. Efectivamente, yo debí haberle hecho unas advertencias muy serias a mi familia para por lo menos salvarlos”, sostuvo Escobar. (Lea también: El 'milagro' de la tragedia de Armero: la historia no contada de la bebé que nació en el lodo)
Maryuri recordó a “Galleguito” como uno de esos “docentes que lo marcan a uno para siempre”.
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Édgar Hernández comentó que él era “un gran hombre, era un profesor sobrado. Era una inteligencia prodigiosa”.
Escobar lo describió como un hombre “polifacético y de todo sabía un poco, o no un poco, sabía muchísimo de muchas cosas”.
Álvaro Arango contó que “el hombre siempre me decía ‘hay que observar la naturaleza que ella nos habla. Ella nos dice qué tiene, qué siente y qué quiere y cómo debemos de cuidarla’”.
El profesor Gallego, que murió a los 66 años, nunca pudo superar el dolor por la tragedia de Armero. Su legado es la prevención del riesgo, la misma que se volvió política pública después de la hecatombe. Dictó una cátedra brillante, pero lamentablemente nadie lo escuchó.
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